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Se reencontraron tras una larga ausencia
y sin mediar palabra
se fundieron en un inmenso abrazo,
abrazo que duró lo que un abrazo dura,
apenas unas lágrimas
algún que otro suspiro,
y tras desabrazarse
la piel del sentimiento
se les cayó a jirones.
Después, la despedida,
hay que ser impalpables
para seguir viviendo…
Sabed los insolidarios
que en las tierras hostiles
el transcurrir del tiempo
se mide con clepsidras de llanto.
Eladio Méndez
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