documentos de pensamiento radical

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martes, 5 de enero de 2021

4 poemas de BISONTES DE LUZ de SOFÍA SÁNCHEZ


 


Roca mínima

VII.

 

A David Daniel

Si de rocas y monumentos

te hablara, yo sé que tú

sabrías mucho más,

te has introducido a la cueva

y de ella has nacido

como de una matriz inesperada,

como un rayo

en mi mente

siempre cruzas,

fantasma de mi otro yo.

Si yo fuera hombre me gustaría ser como tú,

tal vez mi cráneo

sea doble o mi esencia sea especular.

Te nombré Dada

para invocarte

muchacho punk-calendario azteca en la espalda,

divina imagen que me restaura.

 

Sólo una vez te llevé una piedra

tú ya las tenías todas

arqueólogo del infinito

arqueólogo del cosmos

arqueólogo del sentido.

 

El coliseo me permitió

tomarla para ti.

La envolví en un pañuelo

de cariño.

Cuando te la di,

los dos

nos volvimos

un abrazo sedimentado.

Pero en las piedras no vivimos

como tampoco, sólo en la memoria.

Aún así, eres la roca de luz que siempre llevo conmigo.

 

  

 

Tejiendo el manto terrestre

Remedios Varo lo pintó,

presagiando que tú y yo

nos encontraríamos de lleno

con la alquimia

y la transfiguración

de los astros.

 

Matemática

planetaria.

 

La humanidad

habrá terminado

de evolucionar.

 

Luego del Gran

Mediodía, aparecerá

el crepúsculo de las ideas cerradas y sus dioses.

Toda verdad es curva, el tiempo mismo es un círculo.

Y tocaremos la consistencia imposible

del espíritu.

Y beberemos de la misma agua

sagrada.

 

Seremos nebulosa,

en perpetua

ascensión

esferoidal.

 

 

El contemplador

 

Mira más allá del espacio

y en sus definiciones

estalla el observador y lo observado,

es un muchacho

que toca el viento y lo convierte

en flauta celeste

y de sus colores

vierte la ilusión,

cóncava su luz.

 

Me acaricia el aura

y jugamos a devolvernos

la energía robada,

con las yemas de los dedos

toca los futuros posibles

y luego se mueve orbitando

completa mi calaca,

mi vida que es muerte

mi muerte que es vida.

 

Merodea el contemplador

de Concepción, chilenito

que teje el manto terrestre

con el sonido de su música andina

y su sabiduría ancestral que me explota en el cráneo

con cada sentencia-selva

y el descubrimiento

de alguna partícula que derriba el muro

de mis perfecciones, me recordó:

<<que me gustaba ganar, hasta que te conocí>>.

 

Me miras como un todo y soy luz

en la marea

de tu sin igual,

de tu sagrada

contemplación.


 

Planeta Onisotop

 

Hay un peyote incrustado en el centro

del pecho de un chamán wixárika,

trae una espina en la cruz del empeine.

 

Es un muchacho, también es un niño,

y un viejo descalzo con un colchón caído

envolviéndole el cuerpo de barro.

 

Son las señoras entacuchadas saliendo

del templo, mientras una india

vende nopales cortaditos en el

rebozo del suelo y cantera.

 

Mi tribu me espanta cuando

la recuerdo, con sus colgados

en los puentes y sus botellas

de plástico descuartizadas

en los vertederos.

 

Mi tribu me revuelve el estómago

por fea y también me restaura el ánima

cuando la recuerdo, con sus espectaculares,

los hombres plateados

con su penacho, bailando en los cruceros.

 

¡Se puso el semáforo en verde joven!

 

Me revienta la ciudad que llevo incrustada

en el corazón desierto,

y aún así soy cada una de sus esquinas inhóspitas,

flor de jacaranda,

mi profundo venado huichol

en el centro del cielo.

 

Te perdono

Te perdono

Te perdono

 

 


 Sofía Sánchez. Bisontes de Luz. Ed. México Ultramarino. 2019

Ilustración: Daniel Lezama

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