documentos de pensamiento radical

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jueves, 14 de enero de 2021

SEÑALES

 


para Guadalupe Grande, Rosina Conde

                                                                         y Jesús Aguado        

 

 

Como quien espera que algo suceda

y sucede la nada.

 

Como quien lo esconde todo para olvidar

y sale después en busca de sus recuerdos.

 

Como quien escribe versos en una jaula

sin dientes y sin futuro.

 

Como quien no distingue un cuerpo

de un espejismo.

 

Como quien olvidó una promesa.

 

Como quien llenó su corazón de barcos

y no dejó sitio para nada más.

 

Como el que está solo

y se pone a escribir que necesita un amor

en vez de salir a la calle a buscar uno.

 

Como quien sueña con ser amado.

 

Como quien ve al amor

pero decide quedarse junto al amor

para no hacerle daño al amor.

 

Como quien quiso ver a Dios en una hormiga

y le pidió una prueba de su existencia.

 

Como el que se asoma al pozo del tiempo

y el agua le salpica en la cara.

 

Como el que sale a buscar lo absoluto

y se distrae con las sirenas de los barcos.

 

Como quien fantasea con encender estrellas

en vez de encenderse así mismo.

 

Como quien despierta en la madrugada

porque ha oído abrirse el verano.

 

Como quien acuna la noche para que crezca

y se haga de día.

 

Como quien camina a oscuras

con el susto de no saber.

 

Como quien conoce la herida

y se pasea por su borde para no olvidar

que está ahí.

 

Como quien regala flores de plástico a su amor

porque duran más.

 

Como quien mira atrás en su vida

y no le gusta lo que ve.

 

Como quien revisa la herencia de su padre

y sólo encuentra su miedo como legado.

 

Como quien se inventa un pasado

que termina siendo una copia exacta de su vida.

 

Como el que se levanta de tejer

y se da cuenta que ha dejado sus dos manos

atrapadas entre lo tejido.

 

Como el que va a un restaurante

y pide un plato de optimismo.

 

Como el que tiene hambre

y pide un plato de justicia.

 

Como el que cuenta las losas de la plaza

y se pierde al llegar a 124.

 

Como el que quería ver las estrellas

y se abraza a un saguaro.

 

Como el que en vez de decir amor

todos los días tiende las sábanas de su cama en el balcón.

 

Como el que se pone a escribir su primera carta de amor

y le queda algo así como bien lo sabes vivir

sin ti un momento sentí besos de tus nostalgia.

 

Como el que se pone a buscar su cultura

y descubre que su cultura sometió a su cultura.

 

Como el que tiene que hacer un viaje a un lugar muy remoto

y elige el camino más largo.

 

Como el que al cumplir los cincuenta

 toma de la mano a su padre y su madre

para soplar las velas de su tarta de cumpleaños.

 

Como el que se encuentra a su abuela

en el plato de sopa que le sirve su amada.

 

Como el que mira a su hijo y solo ve tiempo.

 

Como el que rompe a llorar por nada

y cesa de llorar al darse cuenta de que llora por nada.

 

Como quien busca en las cenizas

el fuego de su juventud.

 

Como el que cansado de su mala suerte

se abre nuevas líneas en las manos con una navaja.

 

Como quien decide correr una gran aventura

y decide volver a casa por un camino distinto.

 

Como el que quería cambiar el mundo

pero al final se conformó con poder cambiar de calzoncillos.

 

Como el que acaricia una foto

teniendo a su lado lo fotografiado.

 

Como el que pierde un amor

y no deja de hurgarse en el pecho.

 

Como el que toca el violonchelo en una calle

por donde no pasa nadie.

 

Como el que cada mañana

se da el pésame y se acompaña en el sentimiento

de haber perdido el amor de su vida.

 

Como el que se mira en el espejo

y ve a otra persona que no es él.

 

Como el que no tiene hijos, ni esposa,

ni casa, ni trabajo

pero no deja de escribir.

 

Como el que se queda solo

y descubre en el silencio

una luz cargada de pájaros.

 

Como el que no pudo vivir de la poesía

y desde entonces vive en la poesía.

 

 

¿Así eres tú?


 

 Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2014

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