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jueves, 11 de febrero de 2021

Márgenes Infarrojos. L´image une forme de violence - 2018


 


Ver jugar a Kasparov es como leer a Dostoievski, ver el mar o enamorarse por primera vez.

 

El primer aspecto que me preocupa en esta vida es la vergüenza.
¿Será verdad que la poesía borra la sociabilidad y la falsa historicidad?,
aquella historicidad cruda.
La poesía estimula a los hombres a conocerse
a saber que ocupan un lugar en el mundo.
Pero qué pasa cuando los hombres,
aquellos seres abyectos
colocan excusas para esconderse bajo el sello de un Diógenes falso.
Quizá por ello es que R. Casas hizo de su caballo un centro sin centro.

Uno en el que la ignorancia social podía distinguir al animal del hombre.
Y como mi principal preocupación en esta vida es la vergüenza,
me entretengo pensando que los caballos son la parsimonia entre la poesía y el juego;
pero no cualquier juego.
Mi cometido, a diferencia de lo que me preocupa
es retratar en el juego mismo la desgracia musical de cada ajedrecista
El ajedrez tiene una musicalidad,
como la poesía
Y todo aquello es un montaje que se sostiene porque siempre hay un inocente que lee. ¿Será que los hombres a quiénes les preocupa la vergüenza buscan irse al Paraná?
Yo siento vergüenza por todos aquellos que han tenido la dicha de haber sostenido un pedazo de caolín.
Yo paseo como un hombre vulgar,
paseo como una palabra;
paseo como un
flâneur a la hora de irradiar vergüenza.
La multitud me hace florecer como un caballo desbocado en medio de un acantilado.
Tengo vergüenza de moverme,
tengo vergüenza de los hombres que se carcomen las uñas
cuando carraspean esta frase: me encantaría perderme en una isla.
Una isla es acaso un tablero para caballos desbocados,
excepto para los hombres donde la ira pesa más que el ingenio.
Cuando hablo con mi madre, siento vergüenza.
Quiero decirle a ella que mi habitación es un tablero de ajedrez
que la cruenta lucha de proteger a mi rey, es decir, a mí mismo: es vana.
Recurro a la poesía,
a la mala usanza de estas palabras.
¿Será verdad que la poesía borra la sociabilidad y la falsa historicidad?,
aquella historicidad cruda.
El ajedrez permite crear un rol social,
en cambio la poesía solo sirve para montar una falsa historicidad.
La poesía me permite decir que siento vergüenza de los hombres que prometen grandes cosas y dicen pocas palabras.
El ajedrez en cambio suena,
siempre suena,
porque el jugador contempla en pocos o muchos movimientos
aquel inmenso placer que se siente al leer a Dostoievski
o enamorarse por primera vez.
La poesía es solo un nombre: Kasparov
Y me contradigo de nuevo.
El primer aspecto que me preocupa en esta vida es la vergüenza.
La poesía es solo un nombre: Yo.

Iris Kiya. Inédito

 

 

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