el símbolo escondido en cada mano que escribe una palabra
la habitación de hotel en la
que un hombre está decidiendo morir
este silencio repitiendo que
ya no serás mía
el llanto de los tangos en
una madrugada junto al puerto
la mano que abre un libro y abre
el mundo
la insistencia del tiempo,
esa insistencia
la ciudad asediada o un
desierto imposible de habitar
alguno que en el último
momento se da la vuelta y pierde todo
la intuición de los ríos
parecida a la vida
el sabor de la sangre
cayendo entre los labios
el último temblor de un
cuerpo
la sonrisa que perdura
después de la alegría
los versos donde gritan
muchedumbres en todos los idiomas
alguien
sentado junto al mar o junto al fuego o en la cumbre de un monte
alguien pensando en alguien
que lo piensa
alguien que intenta escribir
este verso en el agua
el círculo y la línea
dibujados en el suelo por la mano de un niño
un rincón de la tierra
ese rincón que nadie ha
querido encontrar
el cine en el que visto
nuestra historia, y todas las historias
la metáfora inicial que lo
refleja todo y nadie ha dicho
esta
extraña costumbre de hablar con gente muerta
y esperar la respuesta en
mitad de la noche
esta extraña costumbre de
imaginar espejos
en calles empedradas o en
libros o edificios
los ojos agotados que me
miran
la cama un poco hundida y
empapada
donde hace varias horas he
dormido y he soñado
las imágenes rotas o líneas
de la mano y el temblor
este temblor de nuevo, esta
mañana
de abril y
esta vuelta a empezar
Miguel Mejía. Del poemario Memoria de cosas perdidas,
publicado en la colección Cuando llega Octubre por la Diputación
provincial de Huelva (2008).
Ilustración de Antonio Gómez.
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