Empujadas por un viento cálido
las puertas se abren
y puedo ver los deseos concedidos
Por una yo soy un niño que temblaba
subido a su primera bicicleta
Por otra estoy a los pies
de la cuna de mi hermano
mirándolo igual que se mira una fiesta
Por allá se me ve leyendo en voz alta
mi primer libro de cuentos
Más allá aparece mi madre
con los juguetes que no esperábamos
aquel seis de enero
que resultó inmenso
Por esa otra me veo escribiendo
el primer poema que hizo llorar a alguien
Por aquella la mujer que quiero
me propone hacer un camino
Y por el camino llegan otros tantos deseos
a los que voy reconociendo
A las puertas de la derecha
de un azul oscuro
las guarda transparente
un guerrero con casco y cetro
sentado sobre una piedra
Todas permanecen cerradas
son los deseos por cumplir
Tan solo se entreabren
la primera y la segunda
empujadas por una brisa que espera
Tras la primera se ve
el beso de despedida
que no pude darle a mi padre
a las puertas de una guagua
en un sueño que se iba
Se ve por la segunda un jardín
donde crecen mis muertos
diciéndome constantemente cosas
que sólo a veces intuyo
Del resto nada más puedo ver
las rendijas iluminadas
por una luz extraña y brillante
-¿No te dije lo fácil que era?, preguntó
Francisco Croissier. FATA. (fragmento) Ed. Baile del Sol. Madrid. 2009
¿Adónde irán a parar todas las metáforas impagables que no caben en el hostil universo mercantil? ¡Qué brisa ilumina este poema, si casi parece una esperanza!
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