documentos de pensamiento radical

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viernes, 26 de febrero de 2010

SE EMPEZÓ A DAR CUENTA

Sí.
Se dio cuenta al identificarse con la canción del verano.
Cuando agotó su saldo descargándose aquel politono tan molón.

Algo le rondaba ya en la cabeza cuando se rompió el brazo peleando en las rebajas por un 70 por ciento
y tuvo que asistir de público con el brazo escayolado al programa de moda.

Sí.
Se empezó a dar cuenta sin apenas darse cuenta.

Tal vez al tercer préstamo de dinero instantáneo o
cuando se percató de que conocía más detalles de la vida sexual de los personajes de sus coloridas revistas del corazón
que suyos propios.
Ahí empezó a olerse algo…

Cuando su jefe le recortó las vacaciones e incluso duplicó su trabajo
ya tenía la mosca detrás de la oreja.

Le dio que pensar quizá, ver la de chicas parecidas a sí misma en aspecto y aspiraciones que correteaban por su ciudad, detrás de los autobuses saturados.

Ella aun así ya se olía la tostá mientras tarareaba la canción del anuncio de la once y ese otro tan gracioso del detergente que te hacía la vida más fácil.

A veces cuando se tragaba la teletienda, a veces cuando se emocionaba con el fútbol, a veces cuando veía el cotilleo, a veces cuando la absorbía esa serie de niñatos, a veces su cabeza recién teñida-lavada-cortada y peinada en peluquería por supuesto, hacía clic.
Un clic tan pequeño que si subías el volumen de la dueña del salón no se podía ni oír.
Un clic parecido al que hacía el ratón para colgar sus fotos en sujetador frente al espejo del baño en sus cuatro redes sociales. Eso si, cuantos amigos tenía, eso no se podía negar, lo dejaba bien claro su cantidad de comentarios.

Quizá el lema de aquella disco tan cool, chicas gratis chicos no, acompañado de la baba de estos últimos le hizo beber dos copitas de más, por favor, nada de pensar mientras se está de fiesta, la noche es joven y nosotros también.

Sí.
Definitivamente ya no era la misma persona y menos tras salir escaldada de aquella manifestación de hippis o vete tú a saber qué, en la que se llevó un par de golpes de un apuesto agente sólo por pasar por allí.

Tenía dudas y ya no eran sobre qué crema era la más hidratante o qué pantalón le hacía menos gorda.
Serias dudas que hacían tambalear todo lo que hasta ahora había sido aceptable y a veces hasta correcto y encantador.

No fue de repente, pero, una vez se dio cuenta…

poema de Alba García Alderete.

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