Las vallas del Festival de Woodstock son derribadas mientras alguien saquea un almacén propiedad de la organización y reparte entre la muchedumbre sacos de dormir y tiendas de campaña. En el Lower East Side de Nueva York exhiben navajas, aunque también tienen armas de fuego. Se preparan para algo mayor. Proveen de comida a los sin techo de la ciudad, al mismo tiempo que retan a la industria del rock and roll, a los empresarios rebeldes y a MC5. La visita de la banda de Detroit acaba con sus miembros huyendo de la ira motherfucker. No piden nada. Lo toman todo. Intentan cerrar el Museo de Arte Moderno, inundan de vagabundos salas de arte y pretenden acabar con todos los policías de la ciudad. Pelos largos, hombres lobo, drogas, comunas y chaquetas negras de cuero. Están frente al Pentágono, desafiando a los policías que lo custodian, mientras los yippies pretenden hacerlo levitar. No eran hippies, ni tampoco una organización política al uso. Eran una banda callejera politizada, una tribu y un clan revolucionario, un oscuro grupo de afinidad convertido en una verdadera familia cuyo discurso giraba en torno a una constelación de ideas que incluían a Dadá, la anarquía y la autodefensa armada.
Un proyecto para estudiar, para aprender, para asumir, para actualizar, para recrear en el presente. Como dice el Colectivo de Trabajadores Culturales, son artefactos que apuntan hacia experiencias, pasiones, aventuras y enamoramientos capaces de provocar rupturas y pequeñas interrupciones. Vayamos, pues.
Servando Rocha. Motherfuckers!De los veranos del amor al amor armado
La felguera ediciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario