Me parecía monstruoso, imposible, que toda nuestra sociedad descansara en la sangre de los trabajadores. Y, sin embargo, ahí estaba Jackson... No lo habían compensado por la sangre que perdió... para que los accionistas recibieran mayores dividendos. Y yo conocía muchas familias, que muy satisfechas de sí misma, habían recibido, complacidas, esos dividendos, aprovechándose, así, de la sangre de Jackson...
Jack London.
El talón de hierro. Akal. 2011
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