NADA sabe el número
de su símbolo y su hechura.
Así el mar.
Y, sin embargo,
la luz lo encumbra alzándose en su cifra,
cábala que arde en agua su costumbre.
Nada sabe el decimal que en su estrategia
se deja dar al aire y cuenta:
y dice doce, y ocho, y dice veinte,
y se abre a un tres de amor
que huele a vida nueva y huele a madre.
Y no es casualidad su olor,
ni es extraña
su siembra,
es sólo amor que sabe su medida.
(tres)
***
ATREVIDOS como pájaros nuevos,
torpes,
difíciles como el cariño,
dando tumbos,
vivimos momentos en los que no entendemos
la indigencia de la ternura,
el filo de los
nombres,
lo más tremendo que arde en el olvido.
Pero en algún instante y a pesar de todo,
se cruza de repente una mirada,
y sin querer,
el mundo recobra el sabor de lo reciente.
(instante)
***
AHÍ sólo los hechos,
libres de quien los concibe,
ofreciéndose
como algo íntimo de la materia
sujeto al clavo de su densidad.
Tienes los brazos abiertos sobre la arena
y sigues tendida mirando al cielo.
Caen las gotas a su ritmo
y entregadas caen en ti.
Hay en tu rostro cierta gratitud,
cierto
sosiego,
pero recuerda que no eres ni el agua ni la lluvia,
que únicamente estás ahí.
(gotas)
SIEMPRE en sí misma se alza la razón.
Anhelo,
incertidumbre,
luz incendiada o ángel.
Y aunque la sombra, a veces,
se ponga delante de la cara,
darse a su duración,
al cálculo
que se proyecta abierto en la palabra nueva.
Cabe sin más sentir la resonancia.
(duración)
EN el filo,
en los perfiles más frágiles
del oxígeno aún por respirar,
presientes el incendio
de aquel frío intenso, sin remedio, otra vez.
Hay un abismo preso en esa luz,
en esa geometría de lo invisible.
Ahí se exhibe
la ventaja del tiempo,
el peso del
insomnio.
Pero sigues pendiente de los números
y solo,
como no podría ser de otra manera.
(sin remedio)
Luis Ramos de la Torre. La Densidad de los números. Ed. Lastura, 2023
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