documentos de pensamiento radical

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jueves, 23 de enero de 2025

CLANDESTINO

 



Es el mejor resumen que yo he escuchado. Una canción. Apenas dos minutos y medio. Manu Chao. Año 1998. “Solo voy con mi pena. Sola va mi condena”. En esos sencillos versos se condensa uno de los principales problemas mundiales del s. XXI. La inmigración. La inhumana desigualdad del sistema capitalista. El norte rico y el sur pobre. Las Mafias y la extrema derecha. El miedo al diferente. Las migajas de la clase media. “Me dicen el clandestino por no llevar papel”.

 

Existen alrededor de 120 millones de refugiados en el mundo, según ACNUR. Personas, mujeres, hombres y niños, que huyen de la guerra, de la persecución política, del hambre. Personas, mujeres, hombres y niños – repito – que dejan casa, familiares y amigos para embarcarse en un viaje de miles de kilómetros y de futuro incierto, donde espera la muerte muchas veces, y el abuso, la violencia y el sufrimiento casi todas. Personas, mujeres, hombres y niños – repito una vez más – que no son recipientes vacíos, no son solo un amasijo de piel y huesos; piensan, sienten, ríen, lloran, aciertan y se equivocan, tienen una vida, en definitiva, ni más ni menos que las personas que esperan en esos países extraños a los que llegan para convertirse en extranjeros, ilegales, ciudadanos de segunda, clandestinos. Europa, Reino Unido, EE. UU., son el paraíso, la utopía, la sociedad sin mácula, el epítome del progreso y la libertad. África, América latina, son el submundo de donde una legión de infraseres (terroristas, delincuentes, asesinos, violadores) emerge del lodo, de las alcantarillas del planeta, para robarte el trabajo, las ayudas, tu cultura, y después de comerse a tu mascota, instaurar un nuevo reino donde Mordor parezca un mal chiste a su lado.

 

Creo que Trump, Meloni, Bannon, Abascal o Feijóo aplaudirían estas últimas líneas. Les ha costado mucho implementar eso que el posmodernismo ha dado en llamar “el relato”, en su caso, hacer pasar por algo natural lo que no es ni más ni menos que el fascismo tosco y criminal de hace 100 años, la solución final de los nazis, sin uniforme ni bigotillo, pero con traje y corbata (y pelo naranja). Así que me los imagino sonriendo, con copa y puro en algún reservado de lujo (y sin cobertura), gastando bromas con los CEOS de las empresas más importantes, sin el disfraz, a refugio y sin embargo desatados, comprobando como las clases medias de las sociedades avanzadas han comprado el marco y se están comiendo el cuadro entero.

 

Hace poco escuché al periodista Quique Peinado contar cómo bajó una tarde a tomar un café en su barrio, Vallecas, y le atendió una camarera sudamericana que lucía orgullosa en su muñeca una pulsera con el logo de VOX. “Nos vamos a tomar por culo”, concluyó el periodista. Creo que no hay ejemplo más claro del triunfo de ese “relato” que decía más arriba. Y la verdad es que esa anécdota me hizo pensar y observar cómo era el día a día a mi alrededor. Una chica dominicana cuida a mi abuela. Una camarera peruana me sirve el almuerzo en la pausa del trabajo. Unos chicos colombianos me están reformando el baño. Y mientras una mujer boliviana limpia mi casa, bajo a comprar fruta en la tienda de los pakistaníes y pinzas en el “chino” de la esquina. Africanos, latinos y asiáticos vienen a “mí país” a robarme el trabajo y quedarse con las ayudas (sí, la contradicción es admisible), ocupan las pistas de fútbol de los polideportivos y violan a las mujeres en manada, sobre todo si son menores. Mi vida y el relato se entrecruzan en una especie de juego de espejos donde ya parece imposible separar la realidad de su reflejo perverso, como si todos tuviéramos un “doppelgänger” que embarrara el terreno de juego y nos hiciera perder de vista dónde está la portería y quién domina el balón.

 

Mi día a día. Tu día a día. El día a día de todes. “Relato o Muerte” corean desde el paleolítico del s. XXI. Consignas, nuevas palabras o palabras antiguas que ahora significan otra cosa, marcan la agenda, construyen discursos y muros externos e internos, nos envenenan la sangre y dibujan un futuro repetido tantas veces que ha perdido ya toda fuerza revolucionaria. El último contra el penúltimo. No han inventado nada y aun así les funciona.

 

Recuerdo a Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, gritar como una escuadrista algo pasada de birra Moretti lo orgullosa que estaba de ser mujer, madre y cristiana. Le faltó añadir “y fascista”, pero no le hacía falta, porque de eso no tenía ningún complejo. ¿Y qué tiene de cristiano construir un campo de concentración en Albania para los inmigrantes que expulsa de Italia? ¿O pagar a la arruinada Túnez millones de euros para que haga de policía fronteriza con la inmigración subsahariana y envíe a morir en el desierto a miles y miles de - una vez más - personas, hombres, mujeres y niños? La ruta del Mediterráneo Central cerrada, Von Der Leyen aplaudiendo aliviada y mientras tanto las Islas Canarias sobrepasadas por el aumento de la inmigración de la ruta del mediterráneo occidental como consecuencia de las maniobras de la rubia groupie de Mussolini. Y el relato saltando de móvil en móvil y de televisor en televisor como decían que hacían las ardillas en este país tiempo ha, de árbol en árbol y sin tocar el suelo.

 

En definitiva, el inmigrante como problema. O como gasolina para el relato. O como chivo expiatorio. La derecha política lo ha entendido perfectamente mientras la izquierda se rompe o la rompen en mil pedazos y sucumbe por incomparecencia. Con el terreno despejado, las mentiras ni siquiera tienen que disimular. Como en esa viñeta en la que una niña le reprocha a su padre, que está mirando el televisor, que lo que están contando es falso, a lo que su progenitor responde: ¡cómo va a ser mentira si dice lo que yo pienso!

“La falta de esperanza”, me dijo hace poco un buen amigo cuando le pregunté como podía ser que cayéramos en una trampa tan burda. “La gente ha perdido toda esperanza y le da igual ya todo”. La vivienda, el aumento de los precios, la covid y el confinamiento, la crisis energética… El capitalismo exhalando sus últimos suspiros y los monstruos de Gramsci apareciendo por centenares alrededor del mundo. “Tú enganchado al fentanilo y que piense la big data”, cantan los geniales Def con Dos en su último disco. Nada más esclarecedor para definir a la vieja Europa mientras la marea arrastra cadáveres de niños a nuestras playas.

 

“Soy una raya en el mar/ fantasma en la gran ciudad/ mi vida va prohibida/ dice la autoridad”, cantaba Manu Chao, mientras se reían de sus pintas y del multiculturalismo. Veintipico años después nos gobiernan los del saludo romano con los votos de las clases medias desclasadas y temerosas de perder lo poco que tienen, a manos de las hordas salvajes de inmigrantes que nos invaden.

 

Y a mí esta historia me suena..



Zumbirock  @zumbirock  

 

gracias al fanzine INFIERNO SUAVE, Nº. 22. 2024 por dejarnos reproducir el texto. Si estás interesado en el mismo ponte en contacto aquí: infierno_suave@hotmail.com

También en: Instagram: @fanzineinfiernosuave


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