Colapsar mejor
Ya
mencioné antes cómo titulé un libro, hace algunos años: Fracasar mejor. Podríamos decir también: colapsar mejor. La
diferencia entre un mejor o peor colapso vendrá determinada, a mi juicio, por el hecho de que se materialice o no un
genocidio. (La pendiente actual nos lleva a un ecocidio, que traería
consigo un genocidio; Malthus regresa en el
siglo XXI. “La agricultura va a derrumbarse globalmente a causa del cambio
climático y no vamos a poder alimentar a todo el mundo. Y cuando eso suceda van
a estallar guerras…”[1]).
Es decir: colapso, en dos palabras, significa pérdida de complejidad socioeconómica acompañada de una acusada
disminución de población; si logremos evitar lo último, habremos logrado colapsar mejor.[2]
Si
llegásemos a la segunda mitad del siglo XXI habiendo logrado evitar un descenso
demográfico catastrófico y estuviéramos en camino de construir sociedades mucho
más sencillas, frugales e igualitarias, basadas en tecnologías intermedias
robustas, que se olvidasen del PIB como supuesta medida de bienestar, que
usaran muchos menos materiales y energía, lo habríamos hecho lo mejor posible
en las difíciles circunstancias actuales.[3] Esta
perspectiva es la que vengo sugiriendo llamar ecosocialismo descalzo.[4]
El 1% y el 99%
Escribe
Nuria del Viso en contexto y acción
sobre “La crisis climática: un conflicto con estrategias enfrentadas”. Ella enmarca la tragedia climática “en
términos de conflicto entre unos ‒los poderosos‒, que están primando su propia
seguridad y minusvalorando el bienestar del resto, y otras ‒las mayorías‒, que
pugnan tanto por influir sobre las elites como reunir sus propias fuerzas para
cuidarse en común”.
Pero
eso es ponerse las cosas demasiado fáciles… ¿Es un conflicto del capital contra
la vida? Sí. Pero ¿eso equivale a un conflicto del 1% frente al 99%? No. Porque
responder afirmativamente supondría no reconocer que el capital es una relación social que penetra el entero cuerpo social,
una relación social de la que también el 99% forma parte. Por eso nuestras
perspectivas son tan sombrías. Porque no se trata sólo de “la lucha de clases
entre los poderosos y todos los demás”:[5] es
también un conflicto de nosotros mismos (el 99%) contra nosotros mismos.
Todo resultaría mucho más sencillo si lo
esencial fuese el conflicto del 99% frente al 1%. Pero el capitalismo es también la enfermedad que va infectándonos al 99%:
pensemos en las formas de subjetivación (¡en nuestras escuelas se enseña
“emprendeduría” y cultura financiera!) o en el smartphone como dispositivo de socialización…
Una idea de
liberación no fosilista y no extractivista
La idea de emancipación humana con la que hemos
trabajado los movimientos sociales y los intelectuales de izquierda asociados
con ellos durante un siglo y medio depende
demasiado del carbón y el petróleo. Los rasgos fáusticos de esa idea, la
suposición de abundancia material que subyace, la idealización del progreso y
del desarrollo de las fuerzas productivas que propicia… todo ello son caminos
errados. Hemos de romper con “el proyecto prometeico de dominación de la
naturaleza y omnipotencia humana” a través del desarrollo sin límites de la
razón instrumental.[1]
Necesitamos una idea de liberación no
fosilista y no extractivista.
Como ha señalado Roy Scranton, “el mayor desafío que
afrontamos es filosófico: comprender que esta civilización ya está muerta.
Cuanto más pronto asumamos nuestra situación y nos percatemos de que nada
podemos hacer para salvarnos, antes lograremos emprender la difícil tarea de
adaptarnos, con humildad mortal, a nuestra nueva realidad”.[2]
PROPUESTAS ESTRATÉGICAS DE LUIS
GONZÁLEZ REYES
- Estado de
emergencia
(social e institucional). Priorizar
lo ambiental frente a lo social (con justicia y democracia). Desafíos
centrales: a) transición energética hacia las renovables; b) de una
economía de la extracción a una de la producción; c) evitar que se activen
los bucles de realimentación positivos del cambio climático; d) frenar la
pérdida de biodiversidad; e) redistribuir la riqueza y profundizar la
democracia. Hay que hacer
concebible lo impensable (ejemplos: EEUU y Gran Bretaña el entrar en
la II Guerra Mundial). ¡Necesitamos conciencia de estado de emergencia!
- Sensibilización
por los hechos.
A las sociedades nos da seguridad a) entender lo que está ocurriendo:
explicaciones globales. b) Alimentar la esperanza y las emociones
positivas en general. c) Hay alternativas: construcción de opciones
alternativas para satisfacer las necesidades humanas.
- Construcción
de alternativas autogestionadas. ¿Tomar las instituciones existentes o crear
otras nuevas? A) ¿Qué nos mueve? Necesidades, emociones, valores en
contexto: vivencias. B) Autonomía frente a hegemonía (pero lo global
determina lo local). Ej. Zapatistas y Ciudades en Transición. C) Retomar
el poder frente a tomarlo. Confianza en el ser humano. D) Las
instituciones catalizan, no crean: dejar hacer y facilitar los cambios más
profundos.// Necesitamos A) desmercantilización y desestatalización. B)
Autonomía (clave en el mundo laboral: fuera de las relaciones salariales;
campesinado y cooperativismo). Cooperación para obtener los medios escasos
(trabajo, recursos naturales, tecnología, organización, cooperación interna,
cuidados). Maximizar la diversidad de prácticas. Precisamos saltos de
escala.
- Parar la
degradación socio-ambiental. Campañas del siglo XX (por ejemplo PAH o
movimientos contra el TTIP) con objetivos del siglo XXI. Mirada del siglo
XXI (crisis civilizatoria): urgen las alternativas + tiempo a nuestro
favor.
- Noviolencia. Dos razones prácticas
(éxito en muchas luchas, y no reproducción de la dominación) y una razón
ética.
Fuente: “Reflexiones
estratégicas entre cumbres climáticas y elecciones, para tiempos de colapso
civilizatorio”, por Luis González Reyes. Publicado el 5 de diciembre de 2015 en
http://www.15-15-15.org/webzine/2015/12/05/reflexiones-estrategicas-entre-cumbres-climaticas-y-elecciones-para-tiempos-de-colapso-civilizatorio/
Se ofrece más abajo como anexo.
La necesidad de duelo
Si estamos de verdad en una situación catastrófica –y lo estamos–,
tratar de analizarla no es discurso catastrofista sino un ejercicio de
realismo. Sin un análisis objetivo de
cómo son las cosas, ¿cómo podríamos poner en marcha políticas que sean
adecuadas ni transformaciones sociales importantes? La gran mayoría de la
sociedad no quiere ver, o prefiere creerse las mentiras “tecnolátricas” a mirar
de frente lo que tenemos ante nosotros. Como suele decir Fernando Cembranos,[3]
aceptar estas realidades duras implica pasar por una suerte de duelo –por las
oportunidades perdidas, por el porvenir dañado de la especie humana–: y quizá, al igual que en los duelos individuales
–por la muerte de un ser querido, por un abandono amoroso— debemos atravesar
aquí varias etapas. A la inicial de negación/ denegación seguirán otras más productivas
(en el clásico modelo en cinco etapas de Elisabeth Kübler-Ross, a la negación
siguen la ira, la negociación, la depresión y finalmente la aceptación que nos
permite seguir adelante).
Pero
lo primero de todo es asumir la realidad de la pérdida y no impedirnos sentir
el dolor por la misma.[4] “En
este Día de la Tierra, hoy, tomémonos el tiempo de llorar por todo lo que hemos
perdido: el duelo por todas las tierras silvestres de que nos hemos apropiado,
los animales salvajes que hemos extinguido, los humedales y praderas que hemos
pavimentado, los ritmos estacionales que hemos desequilibrado, el duelo por
nuestra propia salud física y mental, por el Edén que hemos destruido”.[5]
[1] Geneviève Azam, entrevista alrededor de
su nuevo libro Osons rester humain. Les
impasses de la toute-puissance (distribuido el 8 de abril de 2015), Yonne L’autre, 31 de mayo de 2015; http://yonnelautre.fr/spip.php?article8634
.
Este libro,
señala la autora francesa en la misma entrevista, “intenta desconstruir la omnipotencia
nacida del dualismo occidental, que enfrentó la naturaleza contra la sociedad
y, finalmente, autorizó la dominación y la explotación de la naturaleza y los
seres humanos. Cultivar la fragilidad es una fuerza creativa que reúne en lugar
de oponer, que liga en lugar de desvincular, que conjuga en vez de poner a
competir, que rechaza firmemente la desmesura en lugar de aumentarla en una
desesperada carrera. Múltiples voces y pensamientos diversos abren este camino,
numerosas experiencias ya apuntan hacia una bifurcación…”
[2] Roy Scranton, Learning
to Die in the Anthropocene. Reflections on the End of a Civilization, City
Lights Books, San Francisco 2015, p. 26.
[3] Reflexión de mucho interés
en “Reacciones psicológicas ante el colapso. Posibles respuestas de la
humanidad ante el previsible colapso socioambiental”, por Fernando Cembranos, El Ecologista 83, Madrid, diciembre de
2014.
[4] J. William Worden, Grief
Counseling and Grief Therapy: A Handbook for the Mental Health Practitioner, Springer,
Nueva York 2008 (cuarta edición).
[5] Tuit de Roy Scranton, el
22 de abril de 2019.
[1] Doug Peacock entrevistado
en ABC cultural, 11 de junio de 2016.
En el mismo sentido, Sam Miller:
“Sabemos qué ocurre con las
civilizaciones cuando tienen lugar incluso cambios ecológicos relativamente
menores: guerra y colapso. El cambio climático no es un cambio ecológico menor.
Es inmenso, global y milenario. ¿Qué pasará con los doscientos millones de
personas que hoy dependen del agua de los glaciares para sobrevivir cuando
todos los glaciares se derriten? Todos los glaciares se están derritiendo
rápidamente. Podemos verlo ante nuestros propios ojos. ¿Qué pasará con esas
personas? Se desplazarán. Y cuando se mueven, las personas pelean entre sí por
el territorio y los recursos. La gente siempre ha hecho esto. Cinco millones de
sirios en movimiento han demostrado ser suficientes para desestabilizar toda la
dinámica geopolítica. ¿Qué sucederá cuando las sequías, la expansión de los desiertos
y las hambrunas arrasen todos los continentes? Cientos de millones de personas
se desplazarán. Y cuando se muevan, habrá guerra. Al menos mil millones de
personas están amenazadas por el aumento del nivel de los mares y océanos. Esos
más de mil millones de personas se moverán. Guerra. Cualquiera de estas
perturbaciones ecológicas es suficiente para provocar guerras mundiales. ¿Pero
con la composición de todas al mismo tiempo? Muchas naciones colapsarán. Esos
colapsos serán rápidos y violentos…” Sam Miller McDonald, “Collapse despair”, Activistlab, 18 de diciembre de 2017; http://www.activistlab.org/2017/12/collapse-despair/
[2] Esta idea no prejuzga la
cuestión de si, en el medio y largo plazo, una población humana más reducida
resulta deseable: estoy convencido de que es así. La cuestión es si llegamos a
esa población menor a través de la acción de los jinetes del Apocalipsis
(hambre, guerra, enfermedad…) o por designio consciente de una humanidad con
conciencia de especie que busque una simbiosis con Gaia/ Gea.
[3] Atención a las advertencias de Javier Pérez: “Las
sociedades pueden colapsar, nadie lo duda, pero desde mi punto de vista se
infravalora claramente su resistencia, como se infravalora la resistencia del
sistema capitalista. Un descenso en la energía neta como el que posiblemente
padezcamos en los próximos años tendrá sin duda repercusiones en el bienestar,
en la cantidad y calidad de los bienes accesibles, en los salarios medios, en
el número de horas trabajadas y en general en el nivel de vida de la población.
Pero nada de eso es nuevo. Existen y han existido situaciones de menor aporte
de energía que se han prolongado en el tiempo y que no han conducido a colapso
alguno, entendido como recreación del Mad Max que algunos esperan.
El
ejemplo más típico, y al que más frecuentemente se recurre, es el periodo
especial cubano. En el artículo que enlazo se habla de todo lo que funcionó
mal, del egoísmo, del hundimiento social y del fracaso social que este periodo
trajo consigo, pero también es cierto que tanto la isla como el régimen
político sobrevivieron a este periodo de penurias…” Javier Pérez, “Crisis
energética, resistencia del sistema y cohesión social”, blog The Oil Crash, 27 de enero de 2015 (http://crashoil.blogspot.com.es/2015/01/crisis-energetica-resistencia-del.html
). El artículo enlazado es http://crashoil.blogspot.com.es/2014/04/el-periodo-especial-cubano.html
Y hacia el final de su artículo
Javier Pérez explica: “La reducción de energía no provoca grandes colapsos, y
aunque es posible que este se produzca, se necesitaría una reducción de energía
en el sistema mucho mayor a la provocada por eventos como las guerras que hemos
conocido en el siglo XX. No digo que esto no sea posible, pero desde luego no
parece probable que se produzca de un día para otro (…). Lo que sí parece tener
grandes efectos sobre el desarrollo económico son los disturbios y las guerras,
muy especialmente las civiles. Por tanto, la falta de cohesión social parece
más grave que la falta de petróleo.”
[4] Véase Jorge Riechmann, “Ecosocialismo
descalzo para tiempos de descenso energético”, capítulo 3 de ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista?, Catarata,
Madrid 2016. Así como “Ecosocialismo
descalzo en el Siglo de la Gran Prueba”, Viento
Sur 150, Madrid 2017.
La perspectiva (muy
optimista) del colapso como oportunidad libertaria la sintetiza Carlos Taibo
del siguiente modo: “Si se trata de identificar, de cualquier modo, algunos de
los rasgos de esa transición ecosocial, y del escenario final acompañante, bien
pueden ser los que siguen: (a) la reaparición, en el terreno energético, de
viejas tecnologías y hábitos, en un escenario de menor movilidad y de retroceso
visible del automóvil en provecho del transporte público; (b) el despliegue de
un sinfín de economías locales descentralizadas; (c) el asentamiento de formas
de trabajo más duro, pero en un entorno mejor, sin desplazamientos, con ritmos
más pausados, con el deseo de garantizar la autosuficiencia, y sin empresarios
ni explotación; (d) la progresiva remisión de la sociedad patriarcal, en un
escenario de reparto de los trabajos y de retroceso de la pobreza femenina; (e)
una reducción de la oferta de bienes, y en particular de la de los productos
importados, en un marco de sobriedad y sencillez voluntarias; (f) la
recuperación de la vida social y de las prácticas de apoyo mutuo; (g) una
sanidad descentralizada basada en la prevención, en la atención primaria y en
la salud pública, con un menor uso de medicamentos; (h) el despliegue de
fórmulas de educación/ deseducación extremadamente descentralizadas; (i) una
vida política marcada por la autogestión y la democracia directa; (j) una
general desurbanización, con reducción de la población de las ciudades,
expansión de la vida de los barrios y progresiva desaparición de la separación
entre el medio urbano y el rural, y (k) una activa rerruralización, con
crecimiento de la población del campo en un escenario definido por las pequeñas
explotaciones y las cooperativas, la recuperación de las tierras comunales y la
desaparición de las grandes empresas. Cinco verbos resumen, acaso, el sentido
de fondo de muchas de estas transformaciones: decrecer, desurbanizar,
destecnologizar, despatriarcalizar y descomplejizar.” Carlos Taibo, “Sobre el colapso”, en 15/15/15
-Revista para una nueva civilización, 12 de noviembre de 2016; https://www.15-15-15.org/webzine/2016/11/12/sobre-el-colapso/
[5] Nuria del Viso, “La crisis
climática: un conflicto con estrategias enfrentadas”, ctxt, 16 de abril de 2019; https://ctxt.es/es/20190410/Firmas/25456/Nuria-del-Viso-cambio-climatico-estrategias-control-represion-justicia-climatica.htm
Jorge Riechmann. Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros. Sobre transiciones ecosociales, colapsos y la imposibilidad de lo necesario. MRA Ediciones. 2019
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