Escucho a un
político explicar
cómo cerrará una empresa
y dejará a
mil doscientas personas en la calle.
Sus palabras
hábiles, elegidas, complicadas y equívocas,
me hacen
dudar sobre si cerrará la empresa
o nos está salvando la vida.
Pienso si yo
seré capaz de decir a mis hijos,
con la misma
habilidad,
que esta
noche ya no hay nada que cenar
y que mañana
se me termina el paro.
Ahora que sé
que los reyes son los padres
y que los
padres no siempre son un refugio seguro.
Que en
realidad los reyes no existen
y los que
existen saquean en nombre de la ley.
Ahora que he
agotado el asombro
ante los
periódicos que también mienten
y los jueces
que se cobran venganzas, con la toga al cuello.
Ahora que
parezco más aislada que nunca del tiempo real
y que no sé
manejarme en el virtual,
aquí me
tienes, delante del papel,
escribiéndote
a ti que también buscas
instrucciones de uso de otro mundo posible
y el ancla
segura de un poema.
***
Harán de
nosotros un atajo de odios
sacarán
nuestras vísceras al aire
nos lanzarán
a unos contra otros.
El miedo
crea confusión
y
olvidaremos quién es el enemigo.
Mal de
muchos, consuelo de tontos.
No defiendes
el carro de comida que se llevan
para dar de
comer a los que ya no tienen nada,
como
protesta contra los que roban a manos llenas,
y si lo
defiendes como si la empresa fuera tuya,
no esperes
privilegios por ello,
serás una
más en el paro
si coges una
baja o si te preñas.
La conciencia
de clase, eso es lo último
de lo
que deberíamos desprendernos.
Entonces sí
habremos perdido todas las batallas.
EQUILIBRIO
El mundo se inclina peligrosamente
hacia su lado peor, me temo.
Tendré que poner mi mundo
justo al lado contrario, para equilibrar.
Y no me vale lo de que yo no peso lo suficiente,
cada uno de los insuficientemente pesados
pueden sumarse
y si de algo estoy convencida
es de que somos muchos más.
***
Asisto con estupor, entre almohadones,
a un tiempo desterrado de cordura,
a una desnaturalizada madre
que siempre nos dijeron, era la patria,
que aborta, una y mil veces,
decenas de criaturas desamparadas
en medio de un desierto de nadie.
Asisto impotente, incrédula, al espanto
de seres que nadie reclama,
de seres que caminan y lloran
desesperados hijos de nadie.
Permanezco en mi cómoda butaca
incapaz de hacerlos desaparecer,
también yo, de mi existencia,
a golpe de mando a distancia.
Si las
palabras sólo sirven para atar,
para rellenar vacíos,
para aparentar cercanía,
para nombrar objetos inútiles,
para engañar, para mentir, para tergiversar,
reniego de ellas, me acojo a los silencios
en los que podamos escucharnos.
***
Todos los
días tomo mi dosis,
ni uno solo
lo dejo pasar.
Amarga
medicina esta realidad,
pero
imprescindible para no olvidar
qué está
pasando.
Poemas de Begoña Abad en: José María García Linares. 'Nacer para aprender, volar para vivir. Un acercamiento a la poesía de Begoña Abad'. Ed. Pregunta. 2019
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