Una transición energética hacia
sociedades sustentables quiere decir, sin duda, energías renovables (y una descarbonización muy rápida de la economía).
Así que la pregunta clave resulta ser: para mantener sociedades complejas ¿qué
pueden proporcionarnos las fuentes renovables de energía? En años recientes, y
en nuestro país, esta cuestión trascendental ha sido objeto de un vivo debate,
que no resulta posible resumir aquí.[1] Una
buena síntesis de nuestra situación la proporciona Emilio Santiago Muíño:
“Nuestra situación es de emergencia planetaria. Y el tipo de intervención política que
requiere la sostenibilidad se parece más a las transformaciones súbitas y
revolucionarias dadas en las naciones industriales bajo la economía de guerra
de la II Guerra Mundial que a la Agenda 2030.
Pero la tragedia de nuestra época es que lo
ecológicamente obligatorio es políticamente imposible. La transición ecosocial
debe cabalgar esta contradicción desgarradora, empezando por clarificar el
debate real. A continuación, algunas cuestiones clave:
1) Las energías renovables son inagotables
a escala temporal humana pero muy limitadas en su aprovechamiento. Se trata de
dispositivos no renovables de captación de energía renovable que producen
electricidad en sociedades no eléctricas (electricidad=20% consumo energético
hoy).
Una placa solar o un aerogenerador
requieren muchos minerales finitos, muchos de ellos próximos a su agotamiento.
Las ubicaciones geográficas óptimas también son limitadas (…): los campos
eólicos de calidad en España ya han sido ocupados.
La
electrificación total del transporte es un nudo técnico irresoluble (transporte
pesado y aviación). Y hoy las renovables funcionan gracias al subsidio fósil.
¿Cómo podría funcionar un campo eólico marino sin combustibles fósiles para
minería, montaje, o mantenimiento?
2)
Las dos hipótesis centrales del desarrollo sostenible, si definimos desarrollo
como crecimiento económico exponencial empujado por expansión constante del
beneficio capitalista, son falsas. Ni la intensidad energética puede descender
al infinito ni la economía se desmaterializa. Los logros en estas líneas son
trampas al solitario, basados en la externalización de los procesos
industriales y sus impactos ecológicos al Sur global. La green smart city
europea sería imposible sin China convertida en un infierno dickensiano. (…)
3)
Por ello el 100% renovable debe ir unido a una economía poscrecimiento. Sin
duda, esto supondría una transformación civilizatoria revolucionaria que no
sabemos hacer. (…) No se trata de hacerlo mejor,
sino de hacer menos. El espíritu rector de la futura Ley de Cambio Climático y Transición
Ecológica debería ser siempre el ahorro energético como vía para el descenso
del consumo de energía primaria, definiendo la eficiencia como un medio supeditado
a este objetivo final.”[2]
Se
trata de una cuestión sin duda compleja, y la bibliografía relevante ocupa
muchas estanterías; atendamos aquí sólo a un estudio reciente. Hay que tomarse
este informe del Instituto Manhattan sobre transición energética y Green New Deal con una pizca de
distancia crítica, pues su análisis viene de donde viene: los think tanks del capitalismo global
basado en combustibles fósiles.[3] Pero
las leyes de la física son las mismas para procapitalistas y anticapitalistas.
Y ese análisis sólo viene a confirmar otra vez que las fuentes renovables de energía no pueden proporcionar la
superabundancia de los combustibles fósiles a la que nos hemos acostumbrado,
ni por tanto hacer viable un próspero “capitalismo verde” (enseguida volveremos
al Green New Deal).
Puede
servirnos como conclusión provisional el resultado al que llega el físico
Antonio Turiel, uno de los mayores expertos en energía en nuestro país. Según
Turiel, una estimación realista del
potencial máximo que pueden proporcionar las energías renovables estaría entre
un 30 y un 40% del consumo total mundial actual.[4]
Argumenta que una transición energética a las renovables implica forzosamente
dejar de crecer y, por tanto, ir hacia economías de “estado estacionario”,
incompatibles con el sistema socioeconómico actual. Además, insiste Turiel,
dicha transición requeriría al menos tres decenios años de un esfuerzo
equiparable a una “economía de guerra”, que eliminase toda actividad superflua
y concentrase todos los recursos económicos en dicha transición.[5]
[1] Me he ocupado del mismo en
Jorge Riechmann, Ecosocialismo descalzo.
Tentativas (con contribuciones de Adrián Almazán, Carmen Madorrán y Emilio
Santiago Muíño), Icaria, Barcelona 2018, p. 75-83. Véase también, para
aterrizar en la realidad, Pedro Prieto: “Energías renovables: potencia
instalada vs. factor de carga, crecimiento, demanda, porcentajes, producción…”,
revista 15/15/15, 14 de julio de
2019; https://www.15-15-15.org/webzine/2019/07/14/energias-renovables-potencia-instalada-vs-factor-de-carga-crecimiento-demanda-porcentajes-produccion/
[2] “Elecciones, LCCTE, ‘Green
New Deal’, decrecimiento… un hilo de Emilio Santiago Muíño”, en el blog Transiciones y colapsos, 17 de febrero
de 2019; https://transecos.wordpress.com/2019/02/17/elecciones-lccte-green-new-deal-decrecimiento-un-hilo-de-emilio-santiago-muino/
[3] Mark P. Mills, The “New Energy Economy”: An Exercise in Magical Thinking (informe
del Instituto Manhattan), marzo de 2019; https://www.manhattan-institute.org/green-energy-revolution-near-impossible; https://media4.manhattan-institute.org/sites/default/files/R-0319-MM.pdf
El
resumen ejecutivo del informe dice: “Durante décadas ha estado creciendo un
movimiento para reemplazar los hidrocarburos fósiles, que en conjunto
suministran el 84% de la energía mundial. Comenzó con el temor de que nos
estábamos quedando sin petróleo. Desde entonces, ese temor ha migrado a la
creencia de que, debido al cambio climático y otras preocupaciones ambientales,
la sociedad ya no puede seguir tolerando la quema de petróleo, gas natural y
carbón (…). Hasta ahora, el viento, la energía solar y las baterías, las
alternativas preferidas a los hidrocarburos, proporcionan aproximadamente el 2%
de la energía del mundo y el 3% de la de EEUU. No obstante, una nueva y audaz
proclama ha ganado popularidad: estamos en la cúspide de una revolución
energética impulsada por la tecnología que no sólo puede reemplazar rápidamente
a todos los hidrocarburos, sino que inevitablemente lo hará.
Esta
‘nueva economía energética’ se basa en la creencia –pieza central del Green New Deal y otras propuestas
similares aquí y en Europa– según la cual las tecnologías de energía eólica y
solar y el almacenamiento de electricidad en baterías están experimentando el
tipo de disrupción que hemos visto en la informática y las telecomunicaciones,
reduciendo drásticamente los costes y aumentando la eficiencia. Pero esta
analogía central desdibuja las diferencias profundas, basadas en la física,
entre los sistemas que producen energía y los que producen información.
En
el mundo de las personas, los automóviles, los aviones y las fábricas, los
aumentos en el consumo, la velocidad o la capacidad de carga hacen que el hardware se expanda, no que se
contraiga. La energía necesaria para mover una tonelada de personas, calentar
una tonelada de acero o silicio, o hacer crecer una tonelada de alimentos está
determinada por las propiedades de la naturaleza cuyos límites se establecen
por leyes de gravedad, inercia, fricción, masa y termodinámica, no por software
más inteligente.
Este
documento subraya la física de la energía para ilustrar por qué no hay
posibilidad de que el mundo esté experimentando, o pueda experimentar, una
transición a corto plazo hacia una ‘nueva economía energética’. Entre las
razones que cabe aducir:
•
Los científicos aún tienen que descubrir, y los empresarios aún tienen que
inventar, algo tan notable como los hidrocarburos fósiles en cuanto a su
combinación de bajo coste, alta densidad de energía, estabilidad, seguridad y
transportabilidad. En términos prácticos, esto significa que gastar un millón
de dólares en aerogeneradores o paneles solares para suministro de
electricidad, durante 30 años de operación, producirá aproximadamente 50
millones de kilovatios-hora (kWh), mientras que si el mismo millón se gasta en
una plataforma de esquisto producirá suficiente gas natural durante 30 años
para generar más de 300 millones de kWh.
•
Las tecnologías solares han mejorado mucho y continuarán siendo cada vez más
baratas y más eficientes. Pero la era de la multiplicación por diez ha
terminado. El límite físico para las células fotovoltaicas de silicio, el
límite de Shockley-Queisser, arroja una conversión máxima del 34% de los
fotones en electrones; la mejor tecnología fotovoltaica comercial actual ya
supera el 26%.
•
Las tecnologías de energía eólica también han mejorado mucho, pero aquí tampoco
quedan ganancias con múltiplos de diez. El límite físico para una turbina
eólica, el límite de Betz, establece una captura máxima del 60% de la energía
cinética en el aire en movimiento; y las turbinas comerciales de hoy ya superan
el 40%.
• La producción anual de la
Gigafactory de Tesla, la fábrica de baterías más grande del mundo, podría
almacenar la demanda anual de electricidad en los Estados Unidos durante de
tres minutos. Requeriría mil años de producción el fabricar suficientes
baterías para almacenar la demanda de electricidad de los Estados Unidos en dos
días. Mientras tanto, por cada libra de batería fabricada se extraen,
transportan y procesan entre 50 y 100 libras de materiales.”
[4] Antonio Turiel, “El ocaso
del petróleo”, conferencia en el Centro Cultural Villa de Móstoles, Móstoles
(Madrid), 5 de junio de 2017.
[5] Antonio Turiel, entrevista
realizada por Gema Castellano (Informativos.net),
publicada el 10 de diciembre de 2018; https://www.youtube.com/watch?v=jPUddlj8et4
. Véase también https://ultimallamadamanifiesto.wordpress.com/2018/12/11/turiel-la-transicion-a-las-energias-renovables-implica-el-fin-del-crecimiento-y-por-tanto-el-fin-del-capitalismo/
En Jorge Riechmann. Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros. Sobre transiciones ecosociales, colapsos y la imposibilidad de lo necesario. MRA Ediciones. 2019
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