documentos de pensamiento radical
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miércoles, 14 de septiembre de 2011
GOLPE DE ESTADO, PRONUNCIAMIENTO MILITAR, VERSIÓN LIBRE
La cosecha de los granjeros murió debajo del agua.
Ha llovido como en un diluvio. Con la venta de la producción de
este año, algunos de ellos pensaban pagar el crédito renegociado
durante la última baja de intereses decretada por la reserva
federal. Pero ha llovido como en un diluvio. Otros tenían pensado
invertir en la compra de ciertos equipos para sacarle mayor
provecho a las semillas artificiales que hoy en día están disponibles
para algunas de las frutas de la estación. Las pérdidas
se calculan en varios cientos de millones de dólares, pero soy
incapaz de traducir esas cifras en un número que pueda calibrar.
Con varios cientos de millones de dólares se solucionaría el
problema habitacional de casi toda la ciudad de santiago.
Los canales de regadío podrían reconstruirse. Los profesores
obtendrían una remuneración acorde con todos los cursos
de perfeccionamiento en que se han inscrito para nada. Los
hospitales públicos, si tuvieran en sus manos esos varios
cientos de millones podrían mejorar la oferta de camas
durante los períodos más crudos de alerta ambiental
cuando muchos niños de escasos recursos son devueltos
a sus casas con una aspirina en la mano para enfrentar el virus sincicial.
Sin embargo la cosecha completa de los granjeros yace ahora
bajo el agua. En algún lugar, bajo toneladas de escombros y
desperdicios repartidos en kilómetros a la redonda producto del
último tornado. Dicen que tomará años volver a la normalidad.
Los equipos de rescate no tardaron tanto en llegar como en
creer lo que estaban viendo: no saldrían de su sorpresa
sino hasta después de que se convirtiera en comentario antiguo
el recuerdo de ese año fatídico de las inundaciones, cuando todos
tuvieron algo que perder y podían haber nombrado algo que no
volvió cuando años después volvió esa normalidad que desde
un principio nos advirtieron que llevaría años recuperarla
por completo. En los relatos bíblicos, una paloma fue la que
les permitió avizorar la costa, no una gaviota. Aquí, sin embargo,
no hay costas. Aquí sin embargo los cuervos son negros
y un halcón flamea en la bandera, los espantapájaros
continúan impertérritos su labor de vigilancia
no importa que hoy en día ya no exista el enemigo
y el maíz no sea un alimento, los guardianes del
mito son incapaces de ejercer otro oficio
que no haya sido debidamente estipulado
en los antiguos manuales de la retórica:
cualquier cosa en latín parecería
profunda y verdadera.
Cristian Gómez Olivares. La casa de Trostky. Ediciones de la Isla de Siltolá. Sevilla, 2011.
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