Bonobo, negro celeste
como el lomo de un caballo,
invocó con raíces,
huesos y vapores,
al dios que adoraba,
al de sus antepasados,
desde la fisura en la roca
que tenía por morada.
Pronunció las palabras
adecuadas,
y una figura gris apareció
y le dijo: "Bonobo,
éste es el conjuro
para caminar siempre
por la senda del dios:
casa, trabajo, coche y pareja
casa, trabajo, coche y pareja
casa, trabajo, coche y pareja
casa, trabajo, coche y pareja
casa, trabajo, coche y pareja
casa, trabajo, coche y pareja..."
Y Bonobo, agradecido,
repitió el conjuro
cientos de miles de veces
a lo largo de su vida,
sin conocer bien nunca
su significado
teológico.
Obras incompletas de Marcz Doplacié. Ed. Belleza Infinita. 2012.
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