¿Os imagináis
que un día de estos, alguien le pega cuatro tiros a mariano? La inmediata
pregunta es: “En nombre de qué causa” o
“Quien lo reivindica”… Podría ser algún colectivo de afectados por los
desahucios, o incluso los mismos funcionarios
y demás obreros y gente de mal vivir que no solo ven las últimas medidas
tomadas sino que piensan en las próximas
que podrían ser aún más siniestras… como si no hubiera motivos para que con el
cabreo que anda suelto por el país alguien se asilvestrara y decidiera mandar
un mensaje con un sacrificio ejemplar. Ya se habló en la prensa de algunos
suicidios en Grecia de personas absolutamente agobiadas por la situación, que
decidían poner fin a sus vidas por falta de expectativas. Ante tamaña
desesperación podrían igualmente haberse
vuelto en otra dirección y elegir matar en vez de morir. Desgraciadamente, las
angustias que dominan el día a día de muchas economías domésticas o no, no
tienen aspecto de despejarse en un plazo inmediato, si no más bien al
contrario. Motivos no faltan y perjudicados
tampoco, por una situación que aunque cuatro inútiles pagados nos quieran hacer
creer que es culpa nuestra por querer vivir por encima de nuestras posibilidades,
todos sabemos que es un gigantesco robo teledirigido que beneficia a los de
siempre.
Pero estas
cosas no es la primera vez que pasan en el mundo. Esto ocurre hoy en un
contexto de desideologización general, en el que aparte de la ritual
observación diaria del coeficiente de la prima de riesgo, o del índice que marcaba el ajuste de los
intereses de las hipotecas, los temas más relevantes son el pronóstico del
tiempo o la peregrinación por las calles
de Madrid de la Copa de Europa de selecciones nacionales, ganada, eso sí
merecidamente, por “la Roja”. Por cierto, sería deseable que tributaran por sus
cuantiosas primas en casa para poner su granito de arena y evitar algún recorte
por pequeño que sea.
No estaría de
más recordar que hace apenas cien años,
nuestros abuelos vivían en unas condiciones mucho más primitivas sociopolíticamente
hablando, tan auténticas que los temas que nos afligen hoy no existían ni por
asomo, la vida era una lucha permanente por poco más que comer y subsistir. Las
leyes a las que acogerse nunca se respetaban y no hacía falta que el zapatero o
el mariano de turno las fuera limando para complacer a sus amos.
En aquel
ambiente, la identificación del adversario o el causante de los males que
padecía el pueblo, era mucho más directa que ahora. El invento de la democracia
moderna ha hecho que se diluya la auténtica confrontación entre las partes. Los
anarquistas de entonces disparaban a la cabeza de los que consideraban el mal
que afligía a la sociedad, Ético o no, acertado o no, no somos nosotros quién
para opinar ni justificar hoy aquellos hechos. Solo nos queda dar un vistazo a
aquel trozo de historia y ponerlo en orden como algo que ocurrió en un contexto
determinado y por causas muy determinadas. Cobraron piezas de gran calibre,
presidentes, reyes y otros, y pagaron con cientos de miles de muertes y la
pérdida final de su lucha que a otros niveles también fue pacífica y cultural.
Respetémoslos.
Comentario del Editor al libro de Fernando Barbero Carrasco. Anarquistas Vengadores. Ed. Queimada, 2012.
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