- ¿Se puede hacer ficción poética de una realidad tan difícil como la actual?
La sociedad del espectáculo había borrado los límites de la ficción y la realidad. Los poetas de la conciencia crítica llevan desde finales de los años ochenta denunciando esto. Quienes buscan ahora comida en la basura o se tiran por una ventana de la vivienda que no pueden pagar lo acaban de descubrir. No ocurre lo mismo con la literatura española que sigue estando donde estaba, trabajando para el Capital.
- ¿Un poeta puede hacer política con su poesía?
La pregunta sería si puede no hacerla. Toda poesía es política, pues ser político es la condición social del hombre y la de su producción material o simbólica.
Vivimos en una sociedad hiperpolítica pero inserta en un sistema económico, el capitalismo, que ha configurado un universo de objetos, discursos e imágenes destinados a negar la extrema politización en la que transcurre nuestro vivir. Ante esta situación, el poeta puede poner su palabra al servicio de los discursos dominantes para reproducir la ideología que los sostiene y embellecer las políticas culturales neoliberales o bien, y esto es más raro, puede combatirlos, pero en ambos casos está haciendo política. Este es el dilema, y el poeta tiene que decidir: Ya que es imposible sustraer la poesía de la política, qué política, qué idea de mundo, estoy dispuesto a que hable a través de mi poesía.
- ¿Debe un poeta participar en la vida pública?
Los poetas intervienen en la realidad, con sus libros y con sus cuerpos, con sus textos y sus prácticas. Ahí está para demostrarlo la llamada Nueva Sentimentalidad, aunque la propia deriva pequeñoburguesa de sus poetas los fuera alejando paulatinamente de sus presupuestos iniciales para terminar dando forma a una versión blanda y prêt-a-pôrter del neoliberalismo en su facción socialdemócrata hoy conocida y celebrada por el mismísimo expresidente Aznar como poesía de la experiencia. La poesía última postmoderna se escorará desde ella hacia posiciones ultraconservadoras, y toda la producción literaria hecha desde uno u otro bando estará destinada a sancionar el imaginario neoliberal. Desde ninguno de los dos bandos se nos presenta proyecto colectivo alguno de democracia radical, de restitución de lo público y lo común, de gestión de nuestra propia vida, de transformación de las actuales condiciones de producción, de autocontención, etc.
A pesar de esto, en los años noventa surgieron grupos y sujetos más o menos conectados que trataron de combatir el discurso neoliberal en todas sus facciones. Grupos, personas, revistas, fanzines y pequeñas editoriales autogestionadas que abundan en la estela de la cultura alternativa de los setenta y que, en buena lógica, siguen siendo sistemáticamente combatidas por las distintas facciones neoliberales en liza por la hegemonía cultural. Son ellos los que siguen dando sentido a lo que se ha llamado Poesía de la Conciencia.
4. ¿De qué manera se participa en la vida pública?
Normalmente el poeta ha participado en la vida pública expresando, reiterando y siendo cómplices de unos valores y unas prácticas ajustadas a la ideología del capitalismo tardío, sólo que entonces la poesía que se ha producido desde estos parámetros no ha sido más que un desecho intelectual, un artefacto al servicio del poder que ha servido a los poetas para medrar, para formar parte del atrezo cultural de los partidos hegemónicos o ratificar expresiones blandas de la crítica política.
Desde otras posiciones ideológicas, lejos del espectáculo político/mediático, también se ha trabajado, y se sigue trabajando, por extender unas prácticas disfuncionales y críticas con la ideología del capitalismo tardío, construir y extender una poesía que quiera ir más allá de lo artístico para formar parte de una praxis de agitación que apunte explícitamente a la destrucción de la mercancía y de la cultura como esferas separadas. Éste es el espacio que hoy reclamamos muchos para una poesía radical, una poesía que aspira a ser reflejo de unas prácticas sociales transformadoras. Muchos hablan de esta poesía como un movimiento surgido en los años noventa, la poesía de la conciencia crítica, en su expresión más conocida; pero lejos de escuelas, su apuesta ha sido aglutinar compañeros de viaje: gente real, tangible, movilizable, solidaria, trabajadores también del campo simbólico que siguen estando por generar un modo de mirar y decir que contradice la realidad tal y como se nos impone. Una poesía como práctica de indagación, de desvelamiento, de desobediencia civil. Una poesía que acompañe a nuestros colectivos y asociaciones, favoreciendo su articulación antagónica y alternativa a las instituciones del Capital. Una poesía que trabaje para la vida y que nos ayude a construirnos individual y colectivamente contra la dominación, la desigualdad y la explotación. Una poesía que trastorne la Realidad y libere la producción de realidad de todo sistema de poder.
- ¿Qué debe predominar en un poema con contenido social? ¿Es posible combinar ética y estética?
Como ningún aspecto de
la realidad queda fuera de lo social, no hay poema fuera de lo social
y toda poesía es por definición, poesía social. Nada hay ajeno al
poema, que no pueda ser objeto de él.
Personalmente estoy por
desarrollar un proyecto poético que aspire a ser crítico con los
valores y las prácticas sociales dominantes, por lo tanto con un
proyecto liberador y sedicioso, pero también vinculativo, histórico,
contingente, precario y que culmina en un proyecto no personal, no
literario, no lingüístico, sino político.
En
la medida que sepamos liberarnos de lo que nos expropia y asumamos
nuestro estar y actuar en el mundo desde la insumisión, la
honestidad y el apoyo mutuo, tendremos una oportunidad para
intervenir, realmente, en el mundo. A partir de ahí, las cosas ya
sólo podrán cambiar, y no sólo en poesía.
- ¿Cómo reacciona un poeta frente a escándalos como el caso Bárcenas o el caso Urdangarín?
Los poetas, sobre todo
los más mediáticos, deberían, antes de rasgarse las vestiduras por
la situación actual y querer, a estas alturas del 2013, dar
lecciones de ética o de compromiso cívico, darse una vuelta por el
blog de los Addison de Witt http://criticadepoesia.blogspot.com.es/
Tal vez el verse allí retratados, pillados, descubiertos en sus
oscuros manejos, escándalo tras escándalo, les haría recular hacia
los lugares de los que vienen y continuar como hasta ahora,
escribiendo de su existencia ensimismada y haciéndole el juego al
imaginario neoliberal.
Y me explico, los
Addison llevan años denunciando (igual que hizo a mediados de los
años noventa el Colectivo Alicia Bajo Cero con su libro Poesía y
poder), que también en poesía, como otra parcela más de
nuestra podrida realidad, tenemos nuestros casos Campeón, Faisán,
Bárcenas, Gürtel, Urdangarín, ERE’s, etc… Si no tienen el
mismo reflejo en la prensa es porque por una extraña circunstancia,
también la poesía, como La Corona, han sido materia reservada,
realidades opacadas como mecanismo de conservación y de prestigio.
Pero que no nos engañen, los poetas más premiados, promocionados,
reseñados y viajados, (también en sus variantes como jurados y
miembros de consejos editoriales e instituciones públicas) no han
andado lejos del resto de las parcelas de la vida social minadas por
el clientelismo, la prevaricación, la estafa y la corrupción. Si la
dimensión económica del escándalo bien es verdad que no es
comparable, también es cierto que, ahora… ¿desde qué lugar
quieren dar lecciones de integridad, de honestidad, de honradez?
También en esto, como nuestros viejos políticos dinásticos, los
poetas están presos de su propio pasado. Ni se puede recomponer el
socialismo desde un hotel de cinco estrellas ni puede haber
indignación poética creíble por parte de los que son lo que son
gracias al sistema putrefacto en el que vivimos y al que ellos, con
sus libros y sus gestos, han colaborado de forma entusiasta a
mantener engrasado todos estos años.
Esta entrevista forma parte del reportaje de
Daniel Jiménez "Poesía para transformar el mundo"
semanario Tiempo, 1525. Madrid, 22 de marzo de 2013
Fotografía de Juan Sánchez Amorós en Edita
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