Estoy convencido que el mundo existe porque he escuchado el llanto de niños con hambre, dijo el maestro.
Hambre provocada por la insaciable voracidad de quienes se enriquecen y engordan a costa de explotar el trabajo de otros, de aquellos que al final del día no tienen que llevar a sus mujeres y a sus hijos muertos de hambre.
Una espina se entierra en el corazón al escuchar ese llanto sin esperanza.
Un país Con 120 millones de habitantes 60 millones en la pobreza extrema En tanto 300 familias se embolsan el ochenta por ciento de la riqueza producto del trabajo de los muertos de hambre. Así que no ofendan mi inteligencia hablando de progreso ni de trenes cargados de turistas que nos llevarán al primer mundo de mierda.
Voy tras el tren de la esperanza que noche a noche atraviesa la esquina silbando con tristeza, rodando con sueño a través de la oscura noche.
No se si lograré abordarlo.
El llanto de los niños hambrientos lacera mi conciencia y acrecienta mi odio hacia el flautista de Hamelin que con engaños convenció al pueblo que acabaría con las ratas que infestan la ciudad.
Por la noche En tanto que los adultos dormían plácidamente el astuto flautista comienza su macabro concierto haciendo que los niños marchen tras el embriagados por las engañosas notas, sólo para ser conducidos al río, donde uno a uno se sumergen para entregarse al sueño final.
Los libré del hambre, dice para sí el flautista dirigiéndose al pueblo siguiente, donde se escucha el llanto de niños con hambre.
El pueblo duerme Y las ratas siguen asomando sus cabezas por las alcantarillas.
Manuel Martínez Morales. inédito
Si preguntas por el zorro que se come las gallinas
ResponderEliminarbusca entre los que tienen la panza llena
no entre los que la tienen vacía.