Llueve,
la
memoria se llena de luces,
echa
más leña al sueño,
no
dejes que se levante,
pon
tus manos aquí,
escúchala
palpitar bajo la lluvia,
donde
la sangre,
frágil
y menuda como tu nombre,
ardiendo,
diluyéndose, borrándose.
Llueve,
asciende humo desde la tierra,
lo
veo con mi cara en tu regazo,
se
ha dormido la cazadora
y
la tela de araña se quiebra
bajo
su peso.
Antonio Orihuela. Disolución. El Desvelo, 2018
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ResponderEliminarLa lluvia tiene extraordinarios poderes: descomponer la mugre y arrastrarla... y sacar a relucir la belleza dormida en el regazo mismo de la tierra...
ResponderEliminarGracias por tan bello poema.