Hilario
Hernández (H.H.), nada más licenciarse en periodismo por la Complutense de
Madrid, se
hizo
cenetista. Es de la misma promoción que doña Letizia, quien por entonces no
sabía que
aspirando
a periodista llegaría a reina (qué cuentos), mientras H.H. ni se imaginaba que
sin
siquiera
aspirar a rey no llegaría ni a periodista (vaya cuento).
Trabajó
para unas cuantas oenegés en el amplio apartado de Comunicación, lo cual le
sirvió para
verificar
que la liebre del abuso laboral hace gráciles saltos de trampolín en los sitios
más
insospechados.
Justo unos días antes de la inanición, decidió hacerse camarero freelance.
Su
vida transcurre entre los eventos consuetudinarios, o lo que acontece en los
cócteles políticos,
y
las peonadas de su pueblo con derecho a paro agrícola. Es lo que se llama un
futuro alentador,
ironías
del tiempo, algo así como si el futuro se hubiese fugado nada más ver el
presente.
Ayer,
no obstante, por una de esas curiosidades insanas del periodismo más
superficial, una
emisora
de radio de ámbito nacional quiso sentarlo a su tertulia política por pulsar la
opinión de
alguien
que, siendo periodista, no ejerce, pero que sufre la realidad inmediata en sus
propias
carnes.
Qué poco le ha durado su nuevo trabajo.
–¿Y
qué fue lo que dijo?
–Nada
del otro mundo, dijo que cuando el lechero llama a tu puerta en la madrugada es
un policía
disfrazado
que viene con su orden judicial a desahuciarte. Que la dación en pago, no, pero
que las
políticas
que llevan a dar la nación en pago, sí. Que el paro brutal que pone telón final
de drama
sin
solución a tantas familias es un negocio bonitamente lucrativo en manos de unos
pocos,
mientras
se finge que se busca un remedio... y en ese plan todo. Es lo que pasa cuando
se lleva
tanto
tiempo sin trabajar como periodista: que se dice la verdad.
Carlos
Reymán Güera, “Demagogias”, Editorial Libros de Mesa, Badajoz, 2016
Despertar*
Sobre
el aire parado de la noche,
sobre
el alquitrán lamido de sueños inconclusos,
sobre
la copa vencida de los árboles que miran llegar el cielo y empiezan a
deshojarse,sobre la
esquina
de meados irredentos donde se despiden los últimos muchachos,
amanece,
se
abre el día por el barrio con su gloria frutal de otro mundo,
con
su letanía de despojos inaugurales,
su
mecánica abierta a una hora definitiva
que
anuncia una eternidad a la medida de la mañana.
Amanece.
Se
despereza el día en mi barrio de barrenderos taciturnos,
mi
barrio obrero español en paro,
mi
barrio de solares desolados, abandonado a su burbuja,
mi
barrio nacionalcatólico,
nacionalsindicalista,
de
fascismos populares y carajillo,
de
juventudes socialistas de los bancos,
mi
barrio militante al sur de las migraciones sobreseídas,
le
llueve la luz milagrera de un nuevo día,
y
levanta el vuelo cansado de las ilusiones fingidas.
Amanece...
todo
empieza de viejo.
Carlos
Reymán Güera, “Demagogias”, Editorial Libros de Mesa, Badajoz, 2016
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