de pronto comencé a dormir bien
en camas ajenas
los gatos de otros
se me hicieron familiares
había uno que amaba acostarse
en el espacio entre mi pecho
y mi brazo doblado
comencé a llenar los silencios de otros
las duchas de otros
los escritorios sin mis libros
las sillas desacostumbradas a mi peso
un día él vino a verme
a una de estas casas flotantes
se sentó con la espalda hacia la ventana
una de las tres enormes ventanas
y me dijo que no podía
I cannot do this
en su casa ya había nombres
la cama la ocupaba un determinado olor
yo
que duermo tan bien entre sábanas de otros
me quedé en silencio
en un silencio tan mío
María Soledad Marambio Castro. En El tejedor en New York (antología). Ed. La Única Puerta a la Izquierda, 2012.
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