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Me preguntan algunos
que por qué te llamo
con nombres de mujer,
y «mi reina» y «señora»
y «madre mía»
y «dama de mis lutos»,
si tú -dicen ellos,
y tienen su razón-
estás más allá de los sexos y
más
allá de la gramática.
Pero ellos no saben
que también yo tuve,
igual que los demás,
una madre, y fui suyo
y fue ella mía,
como la gente dice;
y aun sé que era blanca,
y larga la nariz,
y oscuros los ojos, y cuando se
fue.
el pelo de ceniza.
Ay, tenía su nombre,
y seguramente
yo no la quise bien,
por lo menos no como
los hombres dicen
que quieren a sus madres;
pensaba ser hijo
de alguna diosa yo,
y nunca llegué a perdonarle
quizá
que fuera madre mía.
Le escribí sin embargo
cartas o le traje
flores alguna vez;
pero pocas; y sólo
cuando de Dios
con ella discutía
estuve algo cerca
de amor, o cuando ya
a lo último, casi sin sangre,
tal vez
la trasportaba en brazos.
Ella ahora, o los huesos
entre los que -dicen-
mi hueso se cuajó,
bajo tierra se esconde
y cría malvas
o hilvana raicillas
bajo los cipreses
allá al lado de acá
del río de aquella lejana
ciudad,
y no sé nada de ella.
Y por eso te llamo
madre a ti y con todos
los nombres de mujer,
mi señora, mi reina,
mi dama esquiva,
mi negra tú, mi blanca,
y hasta, si pudiera
atreverme alguna vez,
quizá te llamara su nombre
también,
como ella se llamaba.
Agustín García Calvo. Libro de Conjuros. Ed. Lucina
(ÉL)
Quisiera
saber hacer
un
conjuro de veras,
con
unas gotas de miel,
un
chorrito de arena,
para
que del fondo de tu lejanía
aquí
de pronto
te
aparecieras.
Me
faltas, mi niña, tanto,
que
ya palpo tu ausencia,
tus
pestañitas de miel,
tu
cintura de arena,
que,
de tanto casi que te echo de menos,
más,
más te siento
que
si estuvieras.
Y
sin embargo (ya ves),
aunque
tanto te sienta,
no
sé qué falta, que no
es
la cosa que era,
que
el recuerdo hambre de tu masa tiene,
y
pide, el loco,
que
estés de veras.
Haré
un hechizo por tí,
aunque
hechizos no sepa,
con
ramo de avena loca,
con
dos hojas de menta,
con
el humo blanco de gamona y malvas,
para
olvidarte, .
para
que vuelvas.
Agustín
García Calvo, 4 canciones de amor perdido y El cínife,
Logroño, Ediciones del 4 de agosto, 2006, pp. 11-12.
Qué bonito y tierno esta segunda parte del poema: "El". Tan acertado, tan suave, tan dulcemente triste que deja de serlo. Como la miel del conjuro, como la menta del hechizo, como querer olvidarte y a la vez que vuelvas....
ResponderEliminarAfro Tambú Zaduíngara Júmbara Semelé...Ïo Gaia Maya salud
ResponderEliminarBajo mi punto de vista, Agustín García Calvo esta a la altura de los más grandes poetas, filósofos y filólogos de todos los tiempos. Pocos son los que lo sabemos. No tanto como se merece, más asi lo quiso...
ResponderEliminarNunca termina de sorprenderme la belleza en la sencillez de su poesia
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