Nada más poner el pie sobre el puente de O´Connell piso una placa de
bronce en el suelo con las primeras palabras de la página 125 y me doy
cuenta de que aunque lo cuente yo, o lo cuente otro, no sé quien se
apoya sobre la barandilla y echa una bocanada de humo sobre el frío y
sucio Liffey. Si eres sincero, si no te engañas, sabes que estás
completamente perdido, y entonces es difícil creer que en algún lugar
posees una isla, un reino, un palacio, una mujer... Y además ésta ni
siquiera es mi isla; la amo, la conozco bien, viví años aquí, pero esta
no es mi isla. Esta isla fue mi hibernación, como esos cinco años en
Argel del soldado manco, que huelen a falso cautiverio, a renegado, a
reflexión. De ninguna manera le salen las cuentas de los años de
ausencia al primer Ulises, ni contando con todas las tormentas,
monstruos, brujas, dioses resentidos, viajes al submundo, malas artes,
peor nave, y un desastre de tripulación. Te digo que tardó demasiado en
volver. Quizá nos perdamos queriendo.
Daniel Macías. Diario de un piloto del desierto. Ed. Baile del Sol, 2013
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