Había
felicidad en la lluvia,
en
las plazas decoradas con lucecitas y papelillos,
en
los nardos y nomeolvides que se prendían de nuestros gestos,
en
las palomas, en los parques,
en
las palabras, en los sueños,
en
lo rico del corazón que amanecía junto a ti,
miel
derramada, oro, ternura,
complicidad
de los cuerpos.
Había
felicidad en los silencios
que
se posaban en los labios
como
una oscura flor
que
el tiempo no ha marchitado.
Había
felicidad
y
no pesaba el mundo.
Eras
una mano tendida
y
todo ocurría por primera vez.
Antonio Orihuela. El amor en los tiempos del despido libre. Ed. Amargord, 2014
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