documentos de pensamiento radical

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jueves, 26 de febrero de 2015

MEDIODÍA EN KENSINGTON PARK (tres fragmentos)



22. La poesía

Desde el centro del bosque o del parque hablamos de Platón. Para ser un poeta debes dejarlo todo, enterrar tus manos y tus pies justo en el medio, donde la tierra es húmeda. Unos cuantos gusanos aparecen de pronto, y con su boca apartan esa tierra, van haciendo el camino. Ellos han visto siempre ese centro del bosque y desean que tú llegues. Todo sobra: el trabajo, el amor, la mujer, la compañía. La esencia solo es pura si guardas el silencio.
En el centro del bosque la palabra se adhiere al hecho de ser nuestra. Nunca juegues con letras, con expresiones vanas, no intentes dominarlas: la palabra es el centro de la vida de dios, el músculo primero de la verdad sincera, de la poesía. Aquellos que pretenden hacer experimentos, jugar con la sintaxis, no llegarán al núcleo, se enredarán con símbolos, luces de puro juego, reliquias de anticuarios.
La semántica es la ciencia donde confluye todo: la filosofía, las matemáticas. La palabra más bella, ella es la clave, el matiz absoluto. No compres tu libertad con muestreos, no llegarás al centro. Adéntrate en la palabra, en la sola palabra, esa simple expresión de sufrimiento.
No busquemos poetas donde nunca los hay, donde nunca existieron. Debes asimilarlo. Que otros se lo crean te debe dar igual. La palabra es un mundo que hay que descubrir, y debes estar solo.




23. Junto al árbol

En los sitios visibles me siento junto al árbol. Miro al cielo, busco las estrellas y saludo a los pájaros que siempre me visitan. Cuando soy invisible prefiero los garajes subterráneos, su frescor y silencio. La ingravidez del aire. Debo esconderme ahora, la vida me entristece. Las personas que habitan me distraen, me confunden, hacen que esté molesto. ¡No podíais iros todos! Un puñado de libros y nada más. No necesito más.
La creencia es un acto que comienza en domingo, y debes ser muy fiel a todos los momentos mientras estés tan solo. Decía Marco Aurelio que la noche le absorbía de paz. Y Virgilio forjó la metamorfosis en pájaro. Fue Ciris. Sobra el hombre. Nunca falta el principio.
Sentado junto al árbol leo a Rilke. Aprendo de personas que pueden enseñar, que han leído la esencia, que llegaron al bosque y, en su centro, descubrieron la luz y su silencio. Sin silencio no hay poesía. Los deseos humanos, y hasta las peticiones, no son literatura.
En el centro del parque todo se ve distinto, diferente. Aprendo de vosotros: luces, pájaros, sombras, estrellas, una espiga de trigo, buen espíritu y silencios.




24. El color de este cielo acomplejado

Londres sí tiene mar, un infinito espacio verde donde se toma el sol. Una pradera de tonos multicolores que refleja el amor y la nostalgia. Es un inmenso mar donde puedo quererte mientras miras los pájaros, las hojas, el color de este cielo acomplejado. Cuando nos falta el orden aparece la vida, pero no me acostumbro. Vivir sin un concierto es una sucesión de cosas principales, el mandato observado para cristalizar nuestra amargura.
El azul de este cielo es diferente, un número complejo y decimal. Aunque es natural lo imaginario determina. Prevalece el azul pero es grisáceo. Hoy se instalan las nubes y el ruido de un operario limpiando los caminos hace que le conceda primacía. Observo al empleado, con rigor y paciencia avanza solo un poco, la exactitud de su triste muestreo. Un jardinero uniformado se confunde en el verde, lo entretiene. Señala con el dedo un árbol que ha caído.
Es difícil escribir tristes canciones, con una inclinación notaba que vivías. Ahora no sé arroparme lo suficiente a ti. Apenas me defiendo con las notas y esa interminable lista de recomendaciones ha salido volando. Hay un rayo de sol que se va haciendo diferente. Intento darte un beso y en mi boca tarareas el estribillo. Es hora de volver, comienzo a comprenderte y a llevarte en volandas. Este color del cielo ha empezado a vivir. Una abeja veloz irrumpe en tu alegría. El color de este cielo no me otorga palabras si no intento escribir.


Javier Sánchez Menéndez. Mediodía en Kensington Park. Ed. La Isla de Siltolá. Sevilla, 2015


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