I
Al
ser felices,
acompasa
la vida
nuestros
sueños.
II
Soñar
montañas.
Vivir
en las montañas.
Vivir
montañas.
III
En
cada senda,
renacer
pletórico.
Eternidad.
IV
La
otoñada.
Colores
milagrosos
aquí,
ahora.
V
Canto
de gallos.
La
oscuridad rota
por
luz sonora.
VI
Fría
mañana.
El
corazón ardiente
anhela
cumbres.
VII
Desde
la cumbre,
borracho
de belleza,
trastabilleo.
VIII
Altas
montañas.
Los
dioses encarnados
en
cada piedra.
IX
Fuente
oculta.
Audacia
contenida
de
lo valioso.
X
Amanecer.
Regala
la mañana
gratas
ofrendas.
XI
Tras
el roquedo,
bosque
desconocido.
Genio
del mundo.
XII
Hierba
incipiente.
La
vida que renace,
grandeza
humilde.
XIV
Valles
ocultos.
Conjuros
de la niebla
por
los barrancos.
XV
Un
mar de nubes.
Oceano
de sueños.
Visión
oculta.
XVI
Paciente
espera
Recompensa
al esfuerzo.
Paisaje
excelso.
XVII
Hojas
caídas.
El
otoño se escribe
con
versos sueltos.
XVIII
Buena
tarea.
Sendas
por descubrir.
Ganas
de andar.
XIX
Un
viejo bosque.
Los
troncos retorcidos,
historia
viva.
XX
Entre
madroños.
Deambular
alegre
de
caminantes.
XXI
Silencio
fértil.
La
música del bosque,
quietud
sonora.
XXII
Luz
de mañana.
Universal
riqueza
sin
propietario.
XXIII
Bebo
y respiro.
Un
milagro el vivir
de
agua y aire.
XXIV
En
las montañas
la
existencia humana
es
vuelo leve.
XXV
El
pastor ríe.
Escritura
inmortal
del
hombre libre.
XXVI
Montañas
vírgenes.
Hambre
de poesía.
Otra
riqueza.
XXVII
Desde
la cumbre,
belleza
a borbotones,
mirada
limpia.
XXVIII
En
el collado,
respiración
profunda
de
vida plena.
XXIX
Ásperos
cerros.
Rudeza
sumergida
en
blanda niebla.
XXX
Renacimiento.
Descubrir
nuevos valles,
un
dulce sino.
CODA
y XXXI
Fin
de trayecto.
Placentero
cansancio
que
vivifica.
Rafael
Hernández del Aguila, Diciembre 2015
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