Fiel al mecanismo de la época en la que los narradores omniscientes
habitaban en cada personaje
ensayé la justificación: un balcón lleno de plantas
cultivando su propio idioma.
En él
con él
hablaba. No atendía a los consejos
por teléfono; nunca comprendí
las advertencias de los manuales de jardinería.
las advertencias de los manuales de jardinería.
Pese a los genes que indicaban mi buena disposición
ante una maceta de hortensias en las peores condiciones,
no conseguí más que unos brazos de plástico negro y unos pechos como
hortensias de color morado o violeta o azul sucio
cuando miento y respondo como si algo fuera bien.
Ninguna mujer se casa con sus plantas.
Ante el pulgón, dos únicos remedios: arrojar la planta a la basura
o cederla a mis mayores. En esta situación
—para el insecticida es tarde—
una madre sabrá cómo actuar.
o cederla a mis mayores. En esta situación
—para el insecticida es tarde—
una madre sabrá cómo actuar.
Mientras tanto, en la casa, la mujer duerme.
El hombre
ya no está.
Elena Medel. Chatterton. Visor, 2014
Fotografía de Juan Sánchez Amorós
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