BALADA AL PERFUME DEL BARRIO
Me seducían los aromas
viejos del barrio,
los geranios que colgaban
en los balcones,
el perfume de las bolas de
alcanfor en los armarios
que mataban el misterio de
las polillas
y el secreto de las cartas
de amor
enviadas desde campamentos
militares
que escondían las chicas
cándidamente.
Todo era un misterio
perdido en un rincón barcelonés,
el olor de las sábanas
limpias tendidas en la azotea
y el secreto de las bragas
blancas de la vecinita
que me mantenía enganchado
en el balcón.
El sonido que hacía el
colchonero con las varas
cuando golpea que golpearás la lana,
el olor de pintura nueva
de las persianas verdes,
el vaho de los adoquines
mojados,
el estiércol de los
caballos que la abuela nos hacia recoger
para hacer más hermosos
los geranios del balcón,
la peste a vaca que
desprendía la Granja Canigó,
el aroma a hierbas
milagrosas de Nuria
en la tienda del señor
Peret,
el color de azafrán del
ultramarinos
del viejo colmado del señor Ton,
la frialdad del hielo en
la bodega de los Pons,
el olor a chocolate de la
pastelería Queralt,
el perfume de colonia
barata de Casa Herminia,
el prurito del café
Tupinamba,
la canción del Colacao
que sonaba antes del
cuento
del programa Tambor
de Radio Nacional de
España.
Poco después llegaba el
rock and roll,
con las canciones de Bill
Halley
y una balada de amor de
Elvis nos hacía temblar
con el perfume a manzana
de unos pechos tiernos
que manoseábamos en el
último rellano de la escalera
cuando subíamos a la
azotea a ver pasar las nubes
y a buscar el paraíso del
primer amor.
MALIBÚ
Y el aire, esta luz que reconozco:
ahora y aquí
desesperadamente
Jaume
Sisterna.
Noviembre de mi año de nacer y de
morir
I
Mi padre venía
por la calle del Hospital
de ganarse el
sueldo, con una torta
de San Antonio
de los burros y el Ciero bajo el brazo,
noticias
frescas a primera página:
-¡Una mujer asesinada en el corazón del
barrio Chino!...
La leyenda
negra del barrio se vertía sobre la ciudad miedosa,
en aquellos
tiempos del Caudillo por la gracia de
Dios,
en la escuela
los compañeros me hacían la burla,
pero yo no
vivía en el Chino, si no en Malibú.
Los niños
trepaban por las paredes,
tambores de
guerra, conjures mágicas, clamores:
-Tombuctú, marabú, gurugú, malibú...
Malibú era
otro mundo, sin flores ni músicas,
trabajadores
de sueldo bajo, inmigrantes realquilados,
chorizos,
putas, transeúntes, tenderos y conspiradores.
En las
gramolas de los bares canciones desesperadas,
y en las
azoteas chicos y chicas bailaban un rock
and roll.
Yo fui feliz
en Malibú, un lugar en un ámbito de la mente,
un rinconcito
en una guía mágica, mapa insólito de mi ciudad,
un atlas
imaginario perdido entre mis sueños.
II
He vuelto a
Malibú y todo era diferente:
las calles,
las casas, la gente...
Se ha deshecho
la magia, el tiempo se ha tragado el encanto:
mi azotea, el
palomar del amor, la isla del tesoro,
el sabio qué
hacía volar cometas, la bruja del anochecer,
el niño del
patinete, la niña de las trenzas doradas,
la señora que
regaba los geranios, el perro dormido,
la gatita
maula, la ratita que no barría la escalera,
las palomas
mensajeras y los vencejos de la primavera...
III
Mi madre cosía
en el balón
y lo leía a
Robert Louis Stevenson
mirando de
reojo aquella niña en su ventanal
entre una
hiedra y unes flores.
Jugábamos los
adolescentes, capitanes intrépidos,
por las calles
del barrio Chino, el viejo Raval,
a pesar que
esto no era Changai, más de uno gritaba:
-¡Viva Fuimanchú!... La calle era una
fiesta
llena de
sabiduría ancestral... Malibú te enseñaba secretos,
a veces malos
pensamientos, sombras y pisadas de un tiempo
con el alma
carcomida y habitada por un hurón
que sin piedad
se comía la vida y los sentimientos.
En las azoteas
se encaramaban los cometas a buscar mariposas al viento,
y, por la
noche, el Telstar y el Sputnik, pasaban puntualmente
delante de la
mirada curiosa de todos los soñadores de Malibú.
El astrónomo
nos hablaba de las constelaciones del universo
y alguien des
de una radio de galena sintonizaba la Pirenaica.
Llegaban los yankies del Forrestal, sexta flota del
Mediterráneo,
saltaban
hogueras de San Juan, hacían algaradas por las calles,
se
emborrachaban y se peleaban como si estuviesen en el far west,
y no era ni
John Wayne ni Gary Cooper, solo delante del peligro,
si no
centinelas de occidente en plena guerra fría
que nos
regalaban chicles a los niños y a las niñas,
antes de irse
a la cama con las mujeres de mala
reputación.
IV
Malibú se
extendía por el barrio hasta el puerto con historias canallas,
y otras veces
con historias solidarias,
ni marginación
ni miseria, si no luz barcelonesa,
de las Rondas
a la Rambla, callejuelas de Malibú.
Leíamos Capitán Trueno y Hazañas Bélicas
sentados en
las escaleras de un ancho portal,
por la calle
pasaba el hombre del saco y la tristeza
de los seres
vencidos...
Hemos vuelto a
Malibú, un domingo por la mañana,
con la Nikon y
los recuerdos, la memoria en el corazón
hecho un
pañuelo. No ha quedado nada de Malibú.
han roto mi
calle, han convertido en pedazos un sueño...
Malibú era un
rincón noble, un sentimiento, una historia
de muchas
historias y un sueño de muchos sueños.
Ahora andamos
por las ruinas buscando aquellos niños
que jugaban a
descubrir el mundo dentro de un calidoscopio
de fantasía y
de colores.
TRADICIONES DE BARRIO
Mi calle de
tradición anárquica
y las palomas
en los palomares
de las alegres
azoteas del Raval
con las
cometas en el cielo
elevadas por
sabios de barrio bajo,
y los chicos
mirando la vida
por un
agujero,
y las chicas
enamoradas
de un cantante
de rock
que imita a
Elvis.
Las historias
de los viejos
del Bar
Aurora,
las partidas
de cartas,
las historias
de tiempos pasados,
Seguí,
Durruti, Ascaso
que murió
luchando en Atarazanas,
las barricadas
de la revolución,
la maldita
guerra incivil,
la guerrilla
urbana,
la resistencia
antifranquista,
la lucha de
los libertarios,
metralleta Stein,
Facerías,
Sabaté.
El Olvido, la
desmemoria,
el silencio,
la paz del
cementerio,
el primer
amor,
un beso en los
labios,
la ropa
secándose en el balcón,
los geranios
en la ventana
de una muñeca
de porcelana.
El año de la
gran nevada,
Ramallets y
Kubala,
sueño
azulgrana;
el circo en la
plaza Amalia,
entre la ruina
de la cárcel
y los niños que
juegan
a futbol;
los cines de
barrio,
la muerte de
Marilyn,
Raíces profundes:
-Shane, no te vayas...
La Fiesta
Mayor,
serpentinas
y banderitas
rojas y
gualdas,
el baile en la
calle:
-Hasta luego cocodrilo /
no pasaste de caimán...
Los niños
juegan
a churro,
mediamanga,
mangotero,
a moros y
cristianos,
a ladrones y
policías,
a indios y
cobwoys;
juegos y
juguetes,
pelotas de
trapo,
tirachinas y
patinetes,
tambores y
trompetas
Mi barrio
antiguo
y sus
tradiciones,
el hombre del
saco,
el
“pinchauvas”
la “Moños”,
el “Moro Musa”
y “una chica
con un soldado”
que bailan en
la Font del Gat;
todos subidos
al tío vivo,
caballitos que
giran
y giran sin
parar
en las
Atracciones Caspolino
del Paralelo.
Mi barrio y
sus tradiciones,
San Juan y las
hogueras,
el sereno con
las llaves,
los
trabajadores que madrugan,
los
colchoneros,
los bares de
madrugada,
las partidas
del siete y medio,
el ladronzuelo
de viejas,
la puta rubia
que hace esquinas,
la pajillera
del cine Argentina,
el vendedor de
grifa;
y la Feria de
San Poncio
que llena la
calle del Hospital
de aromas de
hierbas del bosque,
hierbas
curanderas,
miel y
confitura.
Historias de
vencidos,
exilios,
miserias,
juegos
subversivos,
cárcel Modelo,
hombres y
mujeres,
niños y
viejos,
todos dentro
de una concha
marina,
caracola que
nos acerca
el rumor del
mar,
versos
desesperados,
cartas de
amor,
mensajes de
náufragos
dentro de una
botella
rescatada de
las aguas
del Puerto de
Barcelona.
El sol y la
luna,
las estrellas,
las estrechas
calles
del barrio
Chino,
ahora Raval,
los zapatos en
el balcón
la Noche de
Reyes,
calidoscopio
de niños,
todo un mundo
perdido,
sueño de
vencidos
dentro de un
tiempo
que,
irremediablemente,
se cuela por
un agujero
sin retorno.
EL RAVAL
He andado
arriba y abajo
por tus calles
sucias y estrechas,
llenas de
tristeza y de historias,
con la
añoranza de otros lugares,
quizá más
dignos,
pero no por
eso más humanos.
He andado
arriba y abajo
por tus
calles...,
he subido a la
azotea
y he mirado la
ciudad,
he visto volar
cometas,
y el temblor de
la ropa
colgada como
banderas al viento
me ha traído
el olor de una fiesta en la calle,
el recuerdo
sano de una fiesta en la calle,
el recuerdo
sano de otro tiempo,
con la mirada
de aquella novia adolescente.
He caminado
arriba y abajo
por tus
calles...,
y siempre he
salido al mar,
al áspero
muelle de mi Ciudad
que me ha
acunado
y me ha visto
crecer
entre les
arañadas paredes
de estas
calles sucias y estrechas.
He caminado
arriba y abajo
buscando un
camino de salida,
prisionero del
laberíntico destino
y del eco de
mis pasos,
con la soledad
del caminante
por encima de
los adoquines
que esperan el
inefable baño de asfalto.
He caminado
arriba y abajo
por tus
calles...,
y he salido al
mar a mirar barcos blancos
y a distraerme
sin prisa
sintiendo el
latido de la brisa
sobre mi
rostro moreno;
y he salido al
mar.…,
a descubrir la
luna blanca,
a veces
bandera, a veces mujer
que se
esconde, que se acerca, que se aleja
detrás de unes
nubes rojas
que rompen el
azul del cielo de un atardecer de invierno,
suave y tierno,
marinero, melancolía de pájaros,
gaviotas
blancas que chillan
por encima de
los palos más altos de los veleros,
y las grúas
del puerto que danzan...
I he salido al
mar.…,
a soñar
quimeras casi imposibles,
a pensar que,
si queremos, el mundo puede cambiar,
a reírme de mi
pobre corazón robado,
a ver las
doncellas desnudas de Salvat
disfrazadas de
grúa delante del mar,
a llorar por
un amor desesperado,
a ver y verter
las penas al mar,
a sentir el
latido de la ciudad,
y las sirenas
de los barcos y el din-dang
de los
campanarios...
He andado
arriba y abajo
por tus
calles...
He ido a tomar
un Pastís para escuchar la Piaf,
he vuelto por
la libertaria Rambla a pie,
a recordar a
mi madre, diciéndome adiós des del balcón,
y mi padre y
los amigos que se fueron.
El barrio se
rompe a trozos,
y cambia, poco
a poco, y se llena de magrebís,
la vida que
quedo atrás, la memoria,
el
rompecabezas del pasado, calidoscopio de ahora,
y todo dentro
de una cajita de magia...
Historias
sociales, mitos, héroes, amantes,
transeúntes
por las calles del Raval,
la filosofía
del trapero,
entre
escupitajos, palabras soeces y vino agrio.
Los obreros,
los tenderos, las damas de compañía,
las putas
arriba, las putas abajo...,
los
barriobajeros, los vagabundos, las estatuas humanas,
los nuevos
inmigrantes y aquel capitán sin espada,
miliciano de
la palabra, ¡combatiendo por la libertad!
He andado
arriba y abajo
por tus
calles...,
cadenas,
auroras, rieretas, carretas, hospitales,
robadores, rondas,
olmos, ceras, flores, paralelos...
I he bajado
hasta el puerto
pensando que,
quizá, me hubiera gustado
sentirme libre
con un barco
y cruzar el
mar para buscar el paraíso,
pero, ¿dónde
están los paraísos?
Dejando aparte
sueños y quimeras,
sé que difícilmente
iré nunca
a ningún otro
puerto.
Ferran Aisa. El raval de Barcelona. Ed. Amargord, 2017
Aupa Ferran Aisa, leo tu poesía con interés de ciudadano, tu voz enseña la parte de ciudad que amas en esa ciudad que es tu amante. Espero vernos pronto.
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