En este mundo hay mucha droga, te la ofrecen por todos
lados
y sé que voy a casa de personas que tienen gramos
hasta debajo del cenicero y que me van a ofrecer.
Belén Esteban
para Pedro L. Verdejo
El gesto dadaísta por excelencia
no es balbucear un poema
dentro de un cilindro de cartón.
El gesto surrealista por excelencia
no es salir a la calle con un arma
y disparar a la multitud mientras se pueda.
Esas cosas, por desgracia, hoy las hace cualquiera.
El gesto surrealista, dadaísta por excelencia
es publicar un libro que no has escrito
y vender más ejemplares
que el premio Nobel favorito de la derecha española.
La princesa del pueblo
ha vendido más de cien mil ejemplares de un libro
donde cuenta sus problemas con el botox, hacienda,
las pastillas, la diabetes, la ortopedia,
la independencia de Cataluña,
la cocaína que entra en Gran Hermano VIP,
el terremoto de Lorca
y los dos millones y medio de share
cada vez que sale en Sálvame.
La idolatrada reina de la sociedad de la información,
de la vida esparcida, del perfil de postoperatorio,
la de los ojos con tanta noche y las bolsas de la cara
hinchadas en los mejores after hours de Madrid,
la idolatrada soberana de los juzgados,
la dama del continente del ruido blanco,
la musa de la sociedad del fin de la poesía,
ideóloga del vacío de la ideología,
la deseada, la querida, la dolarizada.
Ella, que no sabe ni lo que hay puesto en el libro,
porque ante todo quiere ser sincera con su público.
Ella que no sabe donde está Asturias
y anda preocupada por encontrar un buen paraíso
para sus ingresos.
Ella, reina del tubo feliz
en la galaxia de las tardes,
propagada como una recomendación de la OCDE.
Ella, en todos los conductos, en todos los cables,
en todas las manos de los zombis monomandos,
en todos los canales superpuestos de todos los tubos,
de todas los cañerías, de todas las escusas
hasta el mar del morir de los anuncios.
Droga ella misma para millones que están en contra de
las drogas
o que no tienen para mejores drogas que verla a ella
en su tubo,
alumbrada en la luz de la larga noche del capitalismo,
en la niebla del misericordioso y mullido salón
familiar,
haciéndose en la luz, viendo padecer su corazón por un
tubo,
su corazón un tubo de banda ancha centrifugando en el
tubo
en misión de amor superhumanitaria.
Belén, yo sé que tú has venido a salvarnos del fin de
las vanguardias.
Un día te escucharé, estoy seguro,
gritar subida al sillón del plató de Sálvame:
-¡Niñas, vamos a quemar los telares digitales!,
tu estrella entonces
alumbrando los sueños de los desposeídos.
Antonio Orihuela. Pelar Cebolla. Ed. Amargord, 2017
Buenísimo antonio y muy real.
ResponderEliminarTan real y tan triste!. Un abrazo muy fuerte, antes de que los declaren ilegales también.
ResponderEliminar"¿Qué coño es eso de la UDEF...?"
ResponderEliminarQue mala ganita da la colega.
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