para Pilar y Manuel Cañada
Cinco millones sufren
en neolengua
eso que llaman pobreza
energética,
siete mil personas
murieron de frío el año pasado en España,
entre ellas un niño de
cuatro meses y una anciana de ochenta años.
-Si me pasa algo no se
te ocurra tocarme,
me empujas con este
palo, le dice Pilar a su hijo de once años
cuando se dispone a
manipular la caja de los fusibles
para engancharse la
electricidad que le han cortado
por falta de pago.
Invierno,
seis años en el paro,
tres hijos, separada.
-La desesperación es
muy grande,
pero todos los
mediodías
hay que poner un plato
encima de la mesa, me dice Pilar
rebuscando en los
cajones de la alacena.
Los criminales tienen
nombres y apellidos
y sus cómplices
también:
González, Aznares,
Martín Villas, Salgados,
Tocinos, Rocas, Acebes,
Atutxas, Becerriles,
Azpilicuetas, Borbones,
Cabanillas, Orejas,
Hernández Mancha,
Palacios, Solanas, Solbes…
¿Por qué el hambre, el
frío,
no se levantan contra
el dinero?
¿Cómo es posible que millones de
trabajadores
sean pobres incluso teniendo un
empleo?
¿Cuántos pobres son
necesarios
para producir un rico?
¿Por qué los muchos consienten a los
pocos?
¿Por qué los de abajo se dejan pisar
y hasta ofrecer sus vidas en
holocausto
por los de arriba?
¿De qué vale el voto de una ciudadanía
inerme?
¿Por qué nadie se rebela?
¿Cuántos muertos son
necesarios
para que esto deje de
ser un poema?
Antonio Orihuela. Pelar Cebolla. Ed. Amargord, 2017
Triste realidad de aquí y de allá, y por que no del resto del mundo.
ResponderEliminarAbrazo