documentos de pensamiento radical

documentos de pensamiento radical

jueves, 17 de enero de 2019

EL AGUADOR





Fritz paseaba tranquilamente por el barrio antiguo de Casablanca, admirando la cantidad de zocos que existían, el enorme y variado contenido en ellos -en su mayoría piezas de cuero de artesanía-, cuando súbitamente, en un acto inconsciente, se volvió sobre sí mismo y descubrió a un aguador que estaba sentado sobre el borde de la acera. Fritz fue hacia el aguador, un anciano de unos noventa años que vestía una deteriorada chilaba, babuchas y el fez de rigor. En el suelo descansaba una gruesa rama de abedul en la que estaban sujetas dos recias cuerdas que sostenían en sus puntas sendos cuencos de un metal muy brillante. El alemán se acerco y le preguntó qué clase de agua vendía. El marroquí le respondió que era la mejor del mundo, y que él no vendía pues sólo admitía lo que el bebedor quisiera darle, y que si no le daba nada tampoco importaba. Fritz se quedó un tanto pensativo, ya que era la primera vez que alguien no pedía nada por algo que ofrecía, sobre todo en un mundo tan comercializado como el suyo.

Fritz dijo que quería beber algo de su agua, a lo que el aguador le respondió que allí, en el suelo, había dos cuencos rebosantes. El germano, perplejo, le dijo al anciano que los cuencos estaban vacíos, que en ellos no había líquido alguno. A lo que el viejo marroquí le respondió, solemne, con voz muy pausada: “¡Hombre de poca fe! Usted posee unos cuarenta y dos litros de agua en su cuerpo, ¿puede verla?” “No, ciertamente”, respondió Fritz. El aguador volvió a preguntarle al sediento: “Y también guarda unos 6 litros de sangre en su cuerpo, ¿la ve?”. “En absoluto”, respondió el alemán. “Ahora mismo llueve a cántaros, ¿percibe cómo se rompe la lluvia contra su cuerpo, mojándolo?” “El cielo está raso, no hay nubes, luego no llueve”, volvió a responderle el extranjero. A lo que el anciano dijo: “Entonces, por más que acerque el filo del cuenco a sus labios, jamás podrá saborear el agua que transporto.” “¡Pero hombre de Dios, si los cuencos están vacíos!”, le contestó un tanto malhumorado Fritz. Entonces el anciano le dijo mirándole a los ojos fijamente: “Eso cree usted, ¿verdad? Meta su mano en uno de los cuencos y notará el frescor del agua.” El alemán, con menos temor que antes, dirigió su mano derecha hasta uno de los cuencos notando perfectamente cómo la palma de su mano rozaba la superficie de un agua que llegó a ver y a sentir. “¡Qué es esto!; ¿ha hecho usted magia?” “No, amigo mío, la magia la ha hecho usted con su acuciante sed, y porque mi total seguridad y la profundidad de mi mirada ha cambiado su actitud. Y si no es así, observe usted cómo un gorrión se ha acercado al filo del cuenco en el que usted ha introducido su mano y se sacia de agua.” “¡Sí, sí, es increíble!” dijo el germano admirado. El anciano le respondió: “No, no es increíble, es ¡perfecto!; como son perfectas tantas cosas pequeñas que nos rodean y que no somos capaces de ver por mor de la bruma que nos infiltran en los ojos los pájaros huecos de la oscuridad.”


Rafael Alcalá. Las otras caras de la moneda.
Venta en: https://www.amazon.es/LAS-OTRAS-CARAS-MONEDA-Microrrelatos/dp/1723937177

1 comentario: