DESPEDIRSE
Bruma que desnuda canta lo
amado
es la despedida,
pasos llenos de paisaje,
luna en silencio creciente,
alfileres hondos de lo que aún
se escucha.
Despedirse es anunciación sin
criatura
que transfigura cuanto toca,
encarnar la vida en alguien
hasta enfermar de melancolía.
Despedirse es el vértigo
sostenido
de continuamente volver
hacia brazos de humo,
la ascensión instantánea
a plenitud sin aire.
Una debilidad de distancia
signa las palabras de la
despedida
en su propio calambre
nubladas,
mientras un temblor de mirada
sola
en doble sombra transpira.
Quien se despide
peregrina deshabitado
sin otro destino
que ser la herida secreta
de un corazón enterrado
en su propio fervor.
DESNUDO
Tu desnudo tiene la quietud
de una rosa antes del
amanecer.
Abandonado en el límite
de la ausencia más pura
emite una luz
en la que entera leo mi vida
sin alterar el secreto de la
tuya,
pues quien así se entrega
es sólo ascensión sin tacto,
eternidad de lengua absuelta.
Nadie habite entonces la
flotación dormida del amante
hasta que su corazón desborde
y se produzca el bautismo del
mundo.
No hay conquista en tu
desnudo,
sino postrimería en
revelación,
pues principio y fin en él se
anudan.
Si me inclino sobre su
oscilante cristal de llama
escucho un fulgor de palabras
primeras
que me reúne con todo lo
amado hasta llegar a ti,
y callo cuanto supe
para reiniciar contigo el
tiempo.
Es tu desnudo destino
donde se fecundan aurora y
atardecer,
y lo que el pensamiento toca
germina consumación.
No hay en ti desnudo
sino tiempo y espacio en
suspensión,
honda sombra con pulso
en la que no dejo de nacer.
Javier Lostalé. El pulso de las nubes. Pre-textos, 2014
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