PUREZA
Quédate así.
Asumido en tu propia luz.
No quieras tocar
las orillas
que en invisible
vaivén de transparencias
consuman tus
ojos en un halo puro.
Que en tu pecho
herido por la rosa inclinada de la tarde
la palabra no
sea sino una hoja suspendida en el claro de la tormenta,
una forma
luminosa de unos labios exhalada;
y que los
cuerpos deriven junto a ti en silencio,
como un bosque
arrasado por la luna.
Que alguien
ciegue las miradas que resbalan en el vidrio de la madrugada
y en su rayo
frío doblan al corzo adolescente.
No sepas nunca
el miedo de los sotos
que queman las sombras de los trenes.
Voces
caliginosas
con lentos
relámpagos
te cruzaban el
pecho,
mas ya tú amabas
a un muchacho muerto
con los ojos abiertos
en la niebla.
El deseo era un
tibio cristal
en el que un
árbol desnudo flotase
mientras
alguien pasa,
y no roza,
pero queda.
Una lluvia de
espaldas
reposaba dulce
en tu retina,
mas desde tu frágil
tiempo de amor
rehusabas ver
sus rostros.
La noche te
envolvía en sus olas de yodo
y pasaban los
amantes en el contraluz de una nube cárdena
haciendo denso
el aire oscuro de río.
Luego, el
silencio cercaba puentes
a los que
arribabas descalzo en el sueño.
Una mano que no
sabes quiere ahora quebrar el pulso de tu mirada.
No digas nada.
No regreses.
Quédate así.
Bella pasión sola.
***
FUE SIN SABERLO
Fue sin saberlo.
Las copas e los árboles ardían
y ramas incandescentes
como ráfagas se reflejaban en las pupilas,
mientras un aire consumado de presencias
me acercaba cuerpos
nunca tocados. Sí desvelados
en el lúcido vapor de la fiebre.
Luego, con los años, escuché promesas;
no ciertas, resbaladas por el borde de la música
y los vasos de ginebra.
Inventé amor en cristaleras que te hacían bellamente extraño.
como un brillo al que me entregase.
Me consumí en el cículo tenso que el abrazo deja
y quise tocar limpia carrera hacia el río,
el despertar del deseo, lo que no será,
en el aroma mojado de un cuerpo desnudo
que no proyectó.
Cuando te pensaba, el dolor
hacía traslúcido el paisaje
calcinando la mirada
que inútilmente buscaba en él tu rostro.
A veces hubo cuerpos no consentidos
en naves donde la culpa era un olor húmedo suspendido en la luz,
mientras se oían las voces de los muchachos fuera.
Hoy he puesto tu vida
al rito del fuego y el agua
para hacerte extenso olvido
y amarte todavía en el límite.***
HACE FALTA…
No
sois vosotros, los que vivís en el mundo,
los
que pasáis o dormís entre blancas cadenas,
los
que voláis acaso con nombre de poniente,
o de aurora o de cénit,
no sois los que sabréis el destino
de un hombre.
(Vicente
Aleixandre)
Hace falta una habitación de
hotel
su despertar ambiguo en el que
los objetos de revelan a la
conciencia
con la carga de un mano que
resbaló por un rostro,
de una palabra que sonaba
torpe
porque muchos años esperó;
del ascensor en el que
las miradas se cruzaban
con la debilidad de un
perfume.
En las cortinas ahondado
el cansancio sin secreto
del que se entregó y duerme,
mientras el amanecer es una
pálida claridad
desde dentro alentada
que se refleja en la tela.
Y la memoria de un cuerpo
prolongado allí
entre el frasco de jabón
espumoso y la ducha,
en el vapor tocable.
Al salir a la calle los ojos
se empañaban
de una tenue lluvia
que, como un mar reverberante,
conocido sólo por sus límites,
hacía borrosos los edificios.
Íbamos mudos, sabiendo que esta luz
no era sino el dolor de un
tiempo
que destruyó nombres y fechas
para así evitar el recuerdo
que a una playa a veces lleva
donde escuchar un rostro
familiar.
Pulpa de una música
por el pecho repetida
que hiciese los años furtivos;
de palabras con contorno de
alga
que dejaban en los labios una
tristeza
derramada hasta un cielo gris
apenas ya tocado por un
relámpago.
Te miraba…
Parecías un desterrado
al que el aroma de una dalia
pudiese causar la muerte en una
puerta giratoria.
Con tu alegre camisa abierta
como una vela que en visos cortase
el aire
pretendías vencer al destino,
pero pronto unas manos encendían
un bajío
y en su extraño flujo quedaba
enredada…
… Cuando fuiste a abrir la muerta
un viento iluminó tu espalda
y un instante de vi desconocido y
libre;
mas volviendo la cabeza dibujaste
un pesado humo que ni siquiera fue
olvido
y dijiste: Ven. Entra. Nadie nos espera.
***
NO SIEMPRE
No siempre
la luz nos acerca a la verdad de un rostro.
pues,
soberana, desconoce esas manchas humanas
que,
dolorosas, se contraen
bajo su
foco inclemente.
No siempre
la palabra nos acerca a la verdad de un labio,
pues unas
burbujas sonando nunca alcanzan un corazón.
No siempre
la mirada nos acerca a la verdad de unos ojos,
pues unas
ruinas recorrieron y desde entonces una flor
no puede
romper con su claridad
la turbia
tela de aire que los unifica indiferentes.
No siempre
el abandono nos trae una respuesta,
ni el
silencio nos corta como aspas entreabriéndonos un paisaje.
No
siempre. No nunca. Por eso todavía nos engañamos.
Y cogemos
una cuartilla. Y vamos uniendo palabras.
Aunque
sabemos que la verdad tampoco es ésta.
Fuera o
dentro: soledad siempre. He aquí el poema
Javier Lostalé. Jimmy, Jimmy
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