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jueves, 22 de julio de 2021

4 fragmentos de CARTOGRAFÍA DEL RAVAL de AGUSTÍN CALVO GALÁN


 

TURISTAS

 

Un buen día, cuando Barcelona aún tenía un turismo asumible para los barceloneses, vi a un grupo de extranjeros haciendo fotos en mi calle. Por aquel entonces el Raval todavía no tenía el exotismo que hoy le da la vecindad de paquistaníes, marroquíes o dominicanos, y me pregunté qué interés le podrían encontrar a aquel lugar sin ningún monumento ni edificio significativo. Me fijé entonces en lo que estaban fotografiando, que no era nada en concreto sino la calle en su extensión; y miré en la misma dirección que ellos y vi una franja asfaltada, estrecha y larga, enmarcada con edificios grises, mal conservados y demasiado altos, que casi no dejaban entrar la luz del sol. En algunos balcones, de los viejos tendederos colgaban coladas grises y amarillentas. Seguí sin entender su interés hasta que, años después, viajé a Nápoles y vi allí la misma ropa colgada en los tendederos de los balcones que daban a las calles estrechas del barrio de los españoles. Saqué mi cámara y les hice unas fotos.

 


PADRE

 

El día que murió mi padre, después de hacer los trámites pertinentes en la funeraria, acompañé a mi madre de vuelta a casa. Al llegar al portal, quiso entrar en la tienda que había justo al lado, una de los tantos comercios de alimentación que hay en el barrio y que regentan, por lo general, paquistaníes. Para mi sorpresa se dirigió a uno de los dependientes, un señor anciano, y le dijo, señalando hacia el techo: El padre está con Alá. Todos se le acercaron para darle la mano y decirle que lo sentían mucho.

Al parecer, como desde la tienda habían visto cómo se llevaban a mi padre en una ambulancia hacia el Hospital del Mar a causa de una neumonía, habían estado preocupados por él, y cada vez que veían a mi madre durante aquellos días en los que iba y venía del hospital, le preguntaban: ¿Cómo está el padre? Al salir de la tienda mi madre me preguntó: ¿Lo he dicho bien? Alá es como ellos llaman a Dios, ¿verdad?

 

BARRIOS ALTOS

 

Mi padre aparcaba coches de lujo en un garaje de la calle Ganduxer (muy cerca de la Diagonal, en Pedralbes). Cuando por Navidades le pagaban el mismo día la mensualidad y la paga doble, –en aquella época se cobraba en efectivo–, en vez de coger el metro, excepcionalmente, prefería volver a casa en taxi: se sentía más seguro. En una ocasión, al pedirle a un taxista que le llevara a la calle Carretes, este le dijo: eso está por el Barrio Chino ¿no?, a lo que mi padre respondió: no se confunda, el Barrio Chino está aquí, por encima de la Diagonal, que es donde siempre han vivido los mayores ladrones de toda Barcelona.

 


UNA PESETA

 

El abuelo se quedaba en la cama, no quería bajar a los refugios cuando de noche sonaban las alarmas. Esta anécdota es de las pocas cosas que mi padre me explicó de los tiempos de la guerra, cuando la población civil de Barcelona sufrió bombardeos atroces. Lo cierto es que tengo algún recuerdo de mi abuelo paterno, aunque mis padres siempre me dijeron que era imposible que tuviera recuerdos de él porque murió cuando yo apenas contaba dos años. Al parecer, mi abuelo me sacaba a pasear con el cochecito, cada mañana, por la plaza Folch i Torres para que tomara el sol, y no dejaba que las viejas mugrientas se me acercaran para tocarme o besarme.

El recuerdo que conservo es muy fugaz, lo retengo en mi memoria como si fuera un tesoro: me encuentro una peseta en el suelo, sobre la tierra ocre de los parterres de la plaza, y, al dársela, él se pone muy contento y lo celebra. Tuvo que ser justo cuando yo comenzaba a andar. Al poco falleció y yo me volví un niño enfermizo porque ya nadie me sacaba al parque por las mañanas. Mis padres trabajaban y me tuvieron que llevar a una guardería que tenía un patio con unos muros altísimos que no dejaban entrar la luz del sol, eso también lo recuerdo.

En aquella época, bastantes décadas después de la guerra, aún quedaban solares vacíos en el barrio, como uno en la calle Aurora, fruto del derrumbe de edificios que habían quedado en ruinas a causa de las bombas que dejaban caer sobre la población indefensa los aviones fascistas italianos.

 


 Agustín Calvo Galán. Cartografía del Raval. Ed. Polibea, 2021

 

 

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