documentos de pensamiento radical

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domingo, 22 de agosto de 2021

HASTA SIEMPRE

 


                                                          nuestra primera foto



y la última



 “Creo que es estúpido escribir, 

me parece mejor perder el tiempo paseando, 

fumando hachís o haciendo el amor”

Antonio Miravent. 

 

Estaba en Cáceres, tal vez la noche antes de examinarme de oposiciones.  Entre en un bar a cumplir con mi ritual nocturno y tomarme un cubata, lo de la horchata vendría muchos años después. Estaba solo, así que rebusqué de entre un montón de revistas que había en un rincón y me quedé prendado de una que me pareció radicalmente moderna, se llamaba CRECIDA. Hojeándola no me decepcionó, me encontré, entre otras maravillas, con varios poemas experimentales de Hanna Hatherly que me fascinaron casi tanto como averiguar que aquella revista se hacía en el último sitio que hubiera podido pensar: en un pueblo de Huelva. Que la vanguardia experimental fuera recogida en una revista de Ayamonte fue como una señal. No tardaría mucho en enviarles mis creaciones y, para mi alegría, que estas fueran aceptadas y publicadas… De ese tiempo recuerdo que mis contactos se limitaban a alguien llamado Antonio Miravent, así que a él me encomendé cuando le propuse publicar el libro en el que estaba trabajando, PERROS MUERTOS EN LA CARRETERA.

De ese tiempo, como el mismo Antonio escribirá en el prólogo para el libro, conservo una fluida correspondencia con él, “De todos mis amigos, con Antonio es con quien más me escribo –decía-. Con él he vuelto a redescubrir el encanto de esperar, recibir y abrir una carta.” Lo cierto es que tuvimos mucho tiempo para escribirnos, pues el libro, a pesar del entusiasmo inicial de Antonio, se demoró más de tres años en ver la luz. Creo que cogí a CRECIDA en plena reflexión sobre qué hacer con ella misma, en un tiempo en que Eladio Orta era aún cangrejo violinista, Diego González Mesa andaba peleando contra sus propios molinos y Mada Alderete era una entusiasta de lo que fuera, pero hasta ahí.

Como él mismo dice en el prólogo de PERROS MUERTOS EN LA CARRETERA, en estos últimos treinta años de amistad no creo que hayamos hablado más de media hora en total, lo que no ha impedido que a través de un elaborado sistema de gestos, abrazos, besos y sonrisas no hayamos cimentado una corriente de afecto que me gustaría pensar no cesará en esta vida. Ha sido nuestra forma de decirnos que nos alegramos de vernos y de festejar que seguimos vivos. También en lo innecesario de los prólogos, los elocuentes silencios y en el amor por las piedras, Antonio y yo siempre estaremos de acuerdo.  

En esos años de metamorfosis cultural, CRECIDA encontró su cauce, se convirtió en una pequeña editorial independiente, tal y como hoy la conocéis; y yo aún iría de la mano de Antonio Miravent a un encuentro de escritores onubenses celebrado en Punta Umbría donde conocí a Uberto Stábile y a otros miembros de la que iba a ser mi familia poética.

También en esos años, Eladio dio finalmente un paso al frente y salió del forneco, Diego y Mada se pusieron las pilas, y mi hombre en La Habana, mi contacto ayamontino más sólido y fecundo, Antoñito Miravent, se fue diluyendo, haciéndose a un lado, colocándose en un discreto lugar donde apenas era visible y entrando al toro de la política y otros proyectos más o menos descabellados en los que se dejó algo más que la piel. Nunca se descolgó de Crecida pero optó por intercambiar los papeles con Eladio.

Solo por eso, y porque si no nos queremos un poco entre nosotros quién nos va a querer, era hora de decirle a Antonio Miravent lo que ya sabe… que lo queremos, que lo sentimos parte de ese rebujito que es Crecida- Edita-Voces del Extremo, que siempre ha estado con nosotros y que esperamos que siga formando parte de la banda sonora de nuestras vidas igual que lo es de la que escucháis en las fiestas de Crecida, en casa de Eladio, cada verano que no hay pandemia, terremoto, lluvia de meteoritos o invasión alienígena. Esa sombra canosa con el pelo revuelto que se inclina sobre la aguja del tocadiscos es él, gracias Antonio, por tocarnos también el corazón.


Palabras leídas en el Homenaje-Abrazo a Antonio Miravent en los XXIII Encuentros de poetas en Moguer. Voces del Extremo. Casa Natal de Juan Ramón Jiménez. Sábado 31 de julio de 2021, entre las 11 y las 12 de la mañana.


Fotografía de Diego J. González. Casa de Antonio Miravent en Isla Canela, cuando nos conocimos a raíz de la preparación de la edición de Perros muertos en la carretera, un día de finales de agosto de 1991. De izquierda a derecha: Antonio Miravent, Mada Alderete, Teresa López Jiménez, Rocky y un servidor.

Fotografía de Manolo & Ana Deacracia en el Homenaje-Abrazo a Antonio Miravent en los XXIII Encuentros de poetas en Moguer. Voces del Extremo. Casa Natal de Juan Ramón Jiménez. Sábado 31 de julio de 2021, entre las 11 y las 12 de la mañana.

6 comentarios:

  1. Abrazos fraternos, Antonio. Una gran pena.
    Que la tierra le sea leve.

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  2. En la mar nos encontraremos,
    espuma de sus olas ya somos.

    Un abrazo

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  3. Y todos nos iremos marchando
    La muerte como única certeza de la vida
    En mi recuerdo un momento feliz con Antonio Miravent

    Y los pájaros seguirán cantando

    Y en la mar brava, o en serena calma
    quedaremos para siempre

    Teresa

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  4. Antonio Miravent me regaló tu libro, el número 8 de Crecida, Perros muertos en la carretera. Gracias a él descubrí tu poesía y desde entonces sigo todo lo que vas publicando. Mi admiración a nuestro Antonio y a ti, Antonio Orihuela.

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    1. Gracias Ángeles y gracias a Antonio que confío en mí y en aquel libro extraño

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  5. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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