documentos de pensamiento radical

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lunes, 20 de septiembre de 2021

MORNING GLORY



El sol ha dejado esta tarde
un rayo de verano junto a mí,
me gustaría llamarte para decírtelo,
pero solo tengo el teléfono de la mente para hacerlo
y lo manejo como un mandril manejaría un iPhone,
así que vete a saber qué te habrá llegado
de esta tarde en la que te decía
que me he tumbado sobre la hierba
y me he puesto a mirar los ojos azules de este viejo mundo
y a pensar en tus muslos
y en los días que sellaba con mi lengua la puerta del universo
-un poco de peyote, una pizca de popping acid, unas semillas de morning glory-
y tú veías a Dios
y yo te veía a ti
y con eso tenía bastante.
Me siento como sacado de una película underground.
Estoy mirando cómo vienes a mi mente,
ahora que no puedo ir a la tuya.
Me gustaban más los días en que se derretían las paredes
y el techo de la habitación se llenaba de yantras
y tú bailabas la sagrada danza de la destrucción
y la renovación del universo sobre mi vientre.
Haz vida normal, me dijiste,
resuelve los problemas del universo
si no quieres resolver los tuyos,
juega a policías y ladrones
mientras bajas a tirar la basura,
haz lo que quieras menos venir
o llamarme para decirme
que durante todo el día el sol
estuvo posado sobre el pétalo de un lirio.
Ahora tienes que esperar,
tengo que decidir qué ha sido de todos estos años
de bolsitas de manzanilla con anís
y agua caliente,
porque a veces me parecen una montaña de cristales rotos
que escalo descalza
o un tesoro que nadie conoce porque está en un pozo.
Eso pasa. Tú no ves el problema,
pero el problema te ve a ti como un pelo púbico en la sopa
o un bote de anfetas falsas hechas de harina
o una red de araña en la que me siento atrapada,
¿entiendes?
Claro que entiendo, hace cinco mil años que te entiendo, te digo
abriendo mi cráneo en dos para ver si así llego hasta ti
cantando Om Namah Shivaya
y tratando de volverme tan suave como la corteza de este laurel,
tratando de entender por qué mi pensamiento se resiste
a ser materia o energía
o por qué estoy viviendo en esta dolorosa película,
esperando encontrar alguna manera de volar hasta ti.
¿Puedes escucharme? ¿Me escuchas?
Tu foto cuelga en las mejores galerías de mi mente,
puedo verte moviéndote como un ángel tántrico
montada sobre mí, eres un espíritu irradiando luz.
Alguna vez, en el clímax de nuestros juegos,
llegaste a decirme que me querías
antes de desaparecer entre la pesada luz dorada que te rodea,
otras veces me echabas de casa
y yo me consolaba escribiéndote poemas
en los que te contaba cómo nos habíamos conocido
hace cinco mil años
y luego otra vez, hace dos mil, cuando te sentaste
muy cerca de mí en el teatro,
solo que entonces aún te había querido peor que ahora.
Mientras tanto, escríbelo todo, me dijiste.
Siento que el sol me traspasa, ya podías tú ser el sol
y no esta estúpida energía que me trae luz y calor,
pero no te trae a ti.
Escríbelo todo, me dijiste.
Como si fuera fácil encontrar algo sobre lo que escribir.
Encuentra al menos una nueva forma de decirle que la amas, me digo.
Te pones en pie, miras las estrellas,
cómo pasa el tiempo cuando estás mirando las estrellas,
recordando vidas pasadas, niños en columpios,
amores cósmicos, flores de energía naranja,
gente hermosa, viejas mansiones,
la gran nada del ácido
en la que fui derribado, aceptado
y resucitado,
aunque luego volviera el hambre
y eso de bajar a tirar la basura no se haya acabado.
Miro los desconchones del cielo
mientras silenciosamente me pregunto:
¿quién soy?,
antes de apagar la luz
y pedirle a los espíritus tutelares
que me concedan la flor eléctrica de tu amor.
Escríbelo todo, me dijiste,
y la próxima vez que vengas
tráeme un pasaporte de un país libre,
no quiero estar sola
y no veo otra forma de sobrevivir,
tienes que ensuciarte las manos
por esta causa justa,
no me hagas perder más tiempo
esperando que te aclares,
tienes que decidir como un adulto,
tienes que enfrentarte,
tienes que saber qué deseas,
decir las palabras mágicas
para que no vuelva a darte con la puerta en las narices.
Lo haría, si no tuvieras miedo de escuchar
lo que me da miedo decir
acerca del amor.
Cierro los ojos, no viene el sueño, pero da igual,
cierro los ojos y no paro de preguntarme
qué está pasando
y si les podremos echar la culpa de todo
a los comunistas.

Antonio Orihuela. Repertorio de venenos. Ed. Invasoras, 2021

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