Extraño país que madruga
para ponerse frente al televisor.
Cinco minutos, lo que dura el primer café
de la mañana.
Los toros tropiezan unos contra otros
y se empujan desorientados hacia la plaza.
El bar apesta a orines y aguardiente
como en otros tiempos
y algunos no pueden reprimir
el deseo inconfesable de ver la sangre
salpicando la pantalla.
El encierro ha sido corto y limpio,
celebra o lamenta el locutor.
Por la tarde la matanza
será implacable, tanto como la gloria.
Tómate otra botella de coñac con tus amigos
y eructa tus excesos y tu fiesta,
Ernest Miller Hemingway.
La España que conociste sigue jodida
pero honrando la tradición de siglos
y rindiendo tributo a tu memoria. !Te debe tanto!
Extraño país el nuestro, hermano toro.
Símbolo y seña, imponente silueta de latón
asomada a la carretera... y después te torturan
hasta morir a ritmo de pasodoble.
Aplauden tu agonía empinando la bota
de vino y engullendo pastelitos.
!Quien no fuera toro como tu para llevarse
tanta inhumana costumbre por delante!
Antonio Rodríguez Alarcón.
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