Promiscuidad sindical
Todos estuvimos en
los mismos sitios.
Los versos de los
colegas enseñan ciudades ya vistas.
Las lecturas son un
recuerdo.
Me acariciabas la
mano caliente, como la de un niño
con sueño, cuando la
dejaba despistadamente en tu rodilla.
El locutor se obceca
en hablar de los sindicatos mayoritarios
el Uno de Mayo. Desde
el fondo del bar,
el Sisco precisa un
“minoritariamente mayoritarios”.
Sindicatos de chiste
para una sociedad desvertebrada
donde la comisión de
cada despido los financia.
Tú, mientras tanto,
avocas por fórmulas realistas.
La vida es demasiado
complicada para hacer más la cabra.
Un moscardón entra y
sale del comedor
hasta desaparecer
como un espíritu de la televisión
y su promiscuidad
sindical.
Dicen que Marcelino
Camacho tiene alzheimer:
tanta prisión para
quedar afiliado a la desmemoria.
*
Transitorio
Trabajar el doble y
cobrar la mitad
cincela la cicatriz
profunda de la derrota.
La derecha amenaza y
los progresistas se agotan
entre poco creíbles
argumentaciones sobre la equidad
del sistema y la
distribución de la riqueza.
“No eran ricos, pero
muchos se lo creían”,
afirma con cinismo el
candidato de un partido.
“De estos
socialdemócratas en dos años, ni rastro”,
aseguraba un viejo en
la fuente de Canaletas,
habituada a racionar
hasta el tabaco
y sólo poder leer los
diarios gratuitos o los del día anterior.
La pensión no le da
ni para el carajillo.
Su mujer recoge los
alimentos básicos de Cáritas
y con el carro a
medias sube al autobús con su tarjeta rosa.
Toda la vida
trabajando en sitios mal pagados
para cerrar el ciclo
en precario.
Los mismos que
negaron la crisis
y luego vaticinaron
los brotes verdes
mantienen sus
privilegios
garantizados por la
legión de pobres y jubilados,
que no son
subvencionados como los bancos
dirigidos por
exministros.
Benditos sean los
humildes
porque heredaran las
brasas del infierno.
David Castillo. Burocracia sentimental sobre la noción del tiempo (viperina novela en verso sobre los males y los malos catalanes). Ed. Amargord, 2014.
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