ROCA DE LOS ABANDONADOS
Nadie me obligó a
quedarme.
Yo solo realicé el
camino,
yo levanté esta vida
con mis manos.
Volé con la ilusión
de un niño chico
en busca de tesoros
escondidos.
Dejé familia, amigos
y lenguajes
creyendo que las idas
llevaban los regresos
bien cosidos,
que la edad no
borraría
mis pisadas de
acuarela.
Hoy,
desde esta isla, miro el viento
y apenas hallo un
rastro conocido,
una pizca de otro
soplo
helado que colgaba de
los tilos,
de ese otro lugar
jugoso,
fresco, blanco,
hospitalario.
Hay tanta luz aquí,
cielo excesivo,
tierra seca en la
mirada,
sal marina en las
heridas,
ecos constantes de la
pérdida.
Ya no es posible
alzar el vuelo,
el cuerpo olvida con
arrugas
el mágico secreto de
las hadas
y pesa el mundo
demasiado.
Es esta roca, pues,
mi vida.
Es esta roca mi
abandono.
EL LAGO DE LAS SIRENAS
Si algo guardo de
estos años
es la luz azul de los
inviernos
clavada en la boca de
la nuca,
las páginas escritas
y leídas,
las voces que
resuenan en la noche,
imposibles de
acallar, como el anhelo.
Voces que están
hundidas en el mar,
del revés en cada
charco de memoria,
partidas en las
lluvias de noviembre.
Las conozco bien
porque me dejo
llevar por sus
profundidades,
famélico del eco de
mis pasos.
Por eso bien
temprano, en el espejo,
me miro sin pudor,
sin ataduras,
y voy tarareando
entre sus aguas
los cantos de sirena
de mi vida.
COORDENADAS
Segunda a la derecha
y todo recto hasta el
ayer.
Sólo así regresaremos
al olvido
naranja de las llamas
de cera,
al vaso opaco
en donde bebimos una
vez las ansias
fantasiosas de vivir
hacia delante.
Queríamos ser mayores
en seguida,
llegar a un pacto con
relojes sobornables,
recorrer en moto el
infinito
sintiendo el viento
inacabable,
la lujuria de ser
jóvenes sin cascos,
sin miedo, sin
crepúsculos.
Quién te ha visto
y quién me ve,
sacudiendo ahora las
arrugas
en busca de una pizca
de magia,
de unas alas de
verdad,
las que tuvimos
siempre y sólo vimos
cuando empezamos a
sentir
el negro en la
garganta,
esa pena escurridiza
que cala
las pupilas, los
muslos, la misma
taza de café donde
mojamos
nuestro amor con
mermelada.
Miramos hacia atrás
en busca de las
huellas que dejamos
en columpios, en los
parques,
en las camas que
guardaron
el secreto de mi
cuerpo
susurrado en tus mil
cuerpos,
azul maravilloso
siempre nuevo.
Segunda a la derecha
y todo recto hasta el
ayer.
¿Estás lista? Piensa
en algo bello.
Así volamos.
Así vivimos.
Yo también a ti.
Ya regresamos.
José María García Linares. Neverland. Editorial Zumaya, 2010
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