La memoria es azul.
Un paisaje hecho con lápices Alpino.
Donde hubo sioux.
Donde hubo luna nueva.
Hallazgos de rondón,
como
en las enciclopedias
el
ala extendida de un pájaro.
Yo era aquel niño que respiraba.
***
Imágenes como en flash-back,
los lugares desconocidos,
las noches en el hospital.
Fascinado por el puente de
Brooklyn,
fascinado por las palabras:
hemoglobina, tundra…
Como en un poema futurista,
yo subía por el rayo hasta las nubes.
***
El mar que subía por tus piernas de muchacha
francesa
era como un elixir,
y era azul tu ropa interior.
***
Tú no eres aquel muchacho de mirada
ingenua,
tú no formas parte de aquella excursión
a Ibahernando
yendo sin carnet de conducir por la
N-630 con aquel Citroen
al que en los baches le sonaban todos
los huesos,
ni eres quien tuvo entre sus brazos a
aquella muchacha rubia
―tú que me diste un beso en los
labios―,
ni tienes ya la ilusión de ir a
estudiar a la universidad de Maryland,
la misma que propuso el Nobel para
Juan Ramón Jiménez,
ni harías la maleta para regresar a
Berlín
porque
para ti ha pasado el tiempo de los girasoles.
Evidentemente yo no soy yo, que soy otro,
escribiendo sobre los trabajos y los días.
Juan Manuel Barrado. Pertenecemos a lo invisible. Ed. Trea, 2016
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