Please, don't wake me, no, don't shake me.
Leave me where I am, I'm only sleeping
The
Beatles. I'm Only Sleeping
28
de julio de 1968, un caluroso día de verano
que
The Beatles pasarán haciéndose fotos
para
el Weezer, el Blue Album,
el
doble álbum de tapas azules
que
está a punto de salir
y
que tienen que promocionar
aunque
a ninguno le hace mucha gracia la idea.
Hace
dos años que no salen de gira,
que
no se hacen fotos juntos.
Han
cambiado tanto,
que
ninguno se reconoce ya
en
las fotos que promocionan a The Beatles.
El
mal rollo entre ellos planeará
durante
aquel día que todos querían
que
terminara lo antes posible.
Tal
vez sea idea de Yoko
el
que se fotografíen junto a la tumba de Karl Marx,
en
el cementerio de High Gate, al norte de Londres,
pero
se quedan a las puertas, en un banco,
están
cansados de tantos días de grabación en el estudio,
van
pasados de porros, afloran de nuevo las viejas rencillas,
los
amagos de bronca, los reproches, los sermones,
el
aire se carga de electricidad
y
ellos, más que marxistas, son del Liverpool,
así
que vuelven a subir al coche
y
ponen rumbo sureste hasta los jardines
de
la vieja iglesia de St. Pancras,
en
el límite entre Camden Town
y
la estación de King’s Cross,
cuando
el andén 9 y ¾
estaba
en un trozo de cartón
o
en un dado de azúcar,
cuando
era tan fácil entrar en Hogwarts,
en
el submarino amarillo,
en
el agujero de conejo
donde
Alicia te dice que,
porque
nunca más volverás a casa,
debes
amar a todo el mundo,
y
el resto de las palabras
fluyen
como lluvia interminable
en
un vaso de plástico.
Don
McCullin les tomará esa tarde la foto
que
ilustra la doble cara interior del álbum azul,
fotografía
a The Beatles detrás de las rejas
que
separan la iglesia de St. Pancras de los jardines,
mezclados
entre la gente humilde que vivía entonces
en
aquellos barrios obreros de Londres,
los
fotografía hechos un racimo con toda aquella gente solitaria
que
pasea entre las tumbas, lee el periódico en los bancos
o
pisa los granos de arroz que dejaron los recién casados
entre
charcos de tristeza.
Neil
y su hermano Iam, que vivían allí al lado,
y
estaban jugando cuando llegaron The Beatles,
se
fotografían junto a George Harrison,
su
abuela está detrás, en la mano izquierda
sostiene
un papel y el lápiz
con
que los tres Beatles le han firmado autógrafos,
falta
John, a quien Yoko Ono lleva todo el día
reclamándole
atención, chupando cámara
y
echando broncas porque no comparte los criterios
de
los fotógrafos contratados para ilustrar el disco.
Los
cámaras van poniendo y quitando gente,
buscando
el mejor encuadre, la mejor composición,
probando
con todo tipo de personas
que
han acudido a curiosear.
La
sesión junto a las verjas se prolonga
y
Neil, que apenas tiene cuatro años, cansado,
termina
por sentarse en la rodilla de George,
para
ganar profundidad de campo,
Don
McCullin le dice a uno de los niños
que
se coloque delante de la verja.
Un
chico rubio que quién sabe si,
unos
años después,
escuchará
el color de sus sueños
o
hará cosquillas al dragón dormido,
pero
que en ese instante nos mira de frente
y
en sus ojos nos está diciendo
que
ve a Dios en cada brizna de hierba.
Yoko
desaparece de la foto final,
aunque
había estado junto a John todo el tiempo,
las
malas lenguas dirán que solo pudieron con ella
a
golpe de aerógrafo, tampoco saldrá la novia de Paul,
las
casas de discos no quieren novias en las fotos de The Beatles,
solo
quieren
lo
que ya no existe.
Y todo "for the benefit of Mr. K".
ResponderEliminarguiñoles de guiñoles manejados por marionetas...
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