Vamos a tientas,
entre las sombras
y los cuerpos somnolientos acurrucados en los
portales...
los perros y las vacas hacen de farolas
en esta ciudad que se encoge en la noche
hasta la altura de una miga con forma de niño...
desde allí hemos recordado que prometimos vernos en
Thamel,
dentro de treinta y cinco años,
ya sin sillitas bajas de enea
ni pobre cucurucho de Cola-Cao con orazú.
-Para las calles que tú recuerdas, yo tengo un
nombre:
El Porche, Trasiglesia, Carretería, Escribanos...
y ese policía lleva en las manos la larga caña de
Doña Concha
en hábito de la Virgen de Montemayor-
Nada queda, en nuestra altura de hombres, de todo
aquello.
Cerrada por el luto, como esta noche,
volví una vez a aquella casa,
a nuestra pared del segundo portal donde,
después de un rato mirando su color,
volví a escuchar campanas, gritos de niños
y la voz dulce de Matilde entre piñones tostados...
sí, hermano, se mira todo y no se ve...
sobre los tejados,
sudorosa y llena,
una luna de oro.
Antonio Orihuela. Madera de un sólo árbol. Ed. Delirio. Salamanca, 2009. (2ª Edición en 2012).
Esperar Sentado. Poesía Completa. Ed. Ruleta Rusa. 2014
Fotografía de Manuela Parra
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