En esta punta umbría de la edad
que ya tenemos todos (casi todos, al menos)
me sorprende de pronto encontrar conchas
que a veces tienen forma simplemente de concha
pero a veces de orejas aplastadas
retejando la arena, poniendo su oído en tierra,
como oyendo pisadas a lo lejos
que se acercaran lentas,
y soy yo, o soy era quien se acerca
a una playa del sur donde amé y fui amado
por las diosas más altas de la noche,
por las diosas más hartas de que las llamen diosas,
las rebeldes, las rotas, las de puño invencible
y hacha en verso, las de armadura dulce,
las de extremo sentir, y extremo ahogarse
en los labios salados de aquel beso
en esta playa al sur, treinta años después,
donde siguen las huellas de gaviota
jugando al tres en raya con sus flechas
señalando quizá nuestro futuro incierto
en esta punta umbría de la edad
que ya tenemos todos.
Punta cruel. Punta extraña. Punta viva.
Fernando Beltrán. Inédito. (Punta Umbría, mayo 2024)
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