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jueves, 30 de octubre de 2025

3 poemas de VERSOS MARRUECOS de AHMED MGARA

 


A mi triciclo.


  Juntos compartimos duros golpes y sublimes caídas.

Aún recuerdo las arrugadas manos de mi padre y sus surcados dedos posándose sobre mis hombros cuando tú y yo emprendíamos aquellos fantasiosos viajes de escasos metros en el pasillo de mi casa o sobre los áuricos adoquines de la Plaza de la Iglesia de Río Martín.

Sobre ti  mis sueños sobrevolaban las nubes a grupa de veloces alegrías y me daba la impresión que sólo en tus pedales mis pies hallaban la plena libertad.

Y tus ruedas de espuma volaban sobre los versos de mi niñez, ya lejana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al olivo seco.


Postrado ante la majestuosidad del Dersa y del Gorguez se diluyen mis lágrimas ancestrales, se vierten en mis lacrimales los destellos de tiempos lejanos de siglos desfasados.

Con mis raíces abrazando los rayos del sol, vivo mis recuerdos más lejanos, recuerdos en los que yo, no me podía despegar aún de mis suelos profanos.

Recuerdo, vagamente, cómo seres altivos me regaban con los sudores de sus frentes y con las lluvias de sus rezos y de sus blasfemias.... Hasta que me pude mantener en pié y alzar mi vuelo hacia nubes andalusíes y alpujarreñas que sobrevolaban el techo de mis nostalgias.

Y ahora, cansado de ires y de venires de aires inclementes, abdico del trono de mis alturas y dejo humedecer mis costillas con los vientos del Poniente mediterráneo que sopla como alas de magia benigna sobre los costados embalsamados de mi cuerpo.

La sequedad me embarga cada entraña. Me cubre de negrura amarillenta y de mohos espectrales.

Secos llevo los restos de mi cuerpo, antaño lleno de jolgorio y de alegrías bailadas cerca del Darro y bajo la sombra de mi Alhambra soñada.

No sé si muerto estoy o muriéndome voy sobre la aridez de esta tierra de cenizas y perfidias sanas, pero siento una polvareda desprenderse de mis pocas ramas pobladas, derrotadas por la sequedad de los años. Sin frutos en sus entrañas, tan sólo contemplan los vuelos de las aves migratorias sin ilusión ni esperanzas.

Seca y muerta está la tierra que me entorna.

Casi estoy muerto de tanta ausencia de brisa y de vida... y eso que no dejo de ver el color celeste de la mar que bailotea al son de las olas y sus plácidas caricias al llegar a la orilla de la mar.

Partirán mis restos a mejor vida, pero las cenizas que heredé de los siglos se quedarán aquí esparcidas, rimando en la poesía de los olvidos y de los olvidados.

Nadie querrá escribir en mi epitafio una letra mayúscula.

Dirán que no fui más que un árbol sin carisma y sin frutos, haciéndoles sombras a mis ramas.

Dirán que nunca fui rima para los versos de esta tierra morisca donde creció mi retina y se vio violada mi más honorable rama.

Me dejarán vivir en paz.

El Monte Dersa acoge a la Medina andalusí de Tetuán en su regazo y la montaña del Gorgues la protege de los fríos del este… siempre en frente de una sierra que desde el sur del Ándalus, se asoma para ver llorar y consolar a su hermana menor que sufre las distancias como cautiva de eras lejanas.

 

 

Al alma de Abdelaziz Mousmadi

Artesano del zéjel… del alma.

 

Amigo, dime cómo es el paraíso de los poetas muertos, háblame de sus arrayanes y de sus verdes mirtos. Dime como es el silencio entre las paredes del cedro y sus tientos.

Háblame, amigo, de tu ultimo y postrero viaje, cuéntame cómo, tus angelicales versos, se engranaron en tu equipaje.

Dime, amigo, si estás mejor tras la larga travesía, si has encontrado en el más allá, en  tu sacro encuentro, la paz que el alma ansía.

Desahógate con la forja de mi sombra, versificando con yunques de azahares, y cuéntame cómo brillan tus nuevos andares.

Descríbeme, amigo del alma, cómo son los sueños en tus nuevos lares, y de qué color son sus sedas y sus negroides telares.

Háblame, aunque fuera en el letargo otoñal, de los suspiros, de los sentimientos y de los hondos respiros que en el cielo alumbran tus paradisíacos caminos.

Háblame de los cipreses y de su musgo en los albores de tu amada Granada, y de la bruma invernal de la que ya no queda nada.

Compañero de mis años postreros, dime qué se siente dentro de la soledad de la mortaja, y si es cierto que da paz y sosiego, como el brillo a  una alhaja.

Amigo, háblame de la quiebra de las estrofas mundanas y de la rosa de los vientos que de la poesía emanas.

Háblame del Cielo y procura escuchar la campana de los sacerdotes repicar, cada amanecer y antes de su  atardecer.

Y escucha  el llanto que tu Tetuán vierte y derrama por perder la miel de su mejor rama.

Escucha el suspiro que clama, el vacío que dejaste en la garganta de la gente que te ama.

Escucha el dolor que suspira del Barrio Málaga hasta la silla amputada en el Zahra.

Siente, amigo, el dolor que exornan los lacrimales de quienes compartieron contigo el todo y la nada.

Mira cómo te llevamos a hombros, como el trono elegante de tu majestuosa mirada.

Y sea que te resulte claro o no, sin ti, nos faltan tu risa y tu gracia, tu sensualidad y tu elegante gracia.

La oquedad de tu ausencia se ensancha sobre la inmensidad del yugo desterrado a la isla de la mediocridad y del olvido.

Tus zéjeles, de negra túnica se visten, se niegan a rimar si no es con los latidos de tus dedos.

También ellos, perdieron mucho, de su alma, si no las entonan los labios de tu boca.

En tu entierro estuvimos todos tus amigos…pero faltabas tú. Descansabas en Paz… y no nos decías nada.

Y mientras abrazabas la granate arena de la tierra, sentí que el verso se quiebra, entre el Gorgues y el Dersa.

Se nublan las lúcidas ideas, se esfuma la rima.

Se nos fue un poeta, se nos secó su fuente.

Descanse en la Paz del Omnipotente, en la gloria del Creador, el alma del insigne poeta de alturas que tan solo sabía ser humilde.

Dios te bendiga en su Eternidad.

Temprano se nos fue a mundos lejanos cuyos caminos no se ven desde mi ventana.

Se nos fue, sólo en su caminar, sin volver sus pupilas hacia atrás.

No regresará. No volverán los oídos de mi hijo a escuchar su voz diciéndole "Ahlan be chab addarif".

Ni yo volveré a escuchar su voz  hablar de la unión de los orígenes con las raíces.

Descansa en Paz, amigo.

Tus versos velarán tu última morada y los arrayanes te cantarán una nana.

 

 

 

Ahmed Mgara. Versos Marruecos.

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