A mi
triciclo.
  Juntos compartimos duros golpes y
sublimes caídas. 
Aún recuerdo
las arrugadas manos de mi padre y sus surcados dedos posándose sobre mis
hombros cuando tú y yo emprendíamos aquellos fantasiosos viajes de escasos
metros en el pasillo de mi casa o sobre los áuricos adoquines de la Plaza de la
Iglesia de Río Martín.
Sobre ti  mis sueños sobrevolaban las nubes a grupa de
veloces alegrías y me daba la impresión que sólo en tus pedales mis pies
hallaban la plena libertad.
Y tus ruedas de
espuma volaban sobre los versos de mi niñez, ya lejana.
Al olivo
seco.
Postrado ante la majestuosidad del Dersa y del Gorguez se diluyen mis lágrimas
ancestrales, se vierten en mis lacrimales los destellos de tiempos lejanos de
siglos desfasados.
Con mis raíces abrazando los rayos del sol, vivo mis recuerdos más
lejanos, recuerdos en los que yo, no me podía despegar aún de mis suelos
profanos.
Recuerdo, vagamente, cómo seres altivos me regaban con los sudores
de sus frentes y con las lluvias de sus rezos y de sus blasfemias.... Hasta que
me pude mantener en pié y alzar mi vuelo hacia nubes andalusíes y alpujarreñas
que sobrevolaban el techo de mis nostalgias.
Y ahora, cansado de ires y de venires de aires inclementes, abdico
del trono de mis alturas y dejo humedecer mis costillas con los vientos del
Poniente mediterráneo que sopla como alas de magia benigna sobre los costados
embalsamados de mi cuerpo.
La sequedad me embarga cada entraña. Me cubre de negrura
amarillenta y de mohos espectrales. 
Secos llevo los restos de mi cuerpo, antaño lleno de jolgorio y de
alegrías bailadas cerca del Darro y bajo la sombra de mi Alhambra soñada.
No sé si muerto estoy o muriéndome voy sobre la aridez de esta
tierra de cenizas y perfidias sanas, pero siento una polvareda desprenderse de
mis pocas ramas pobladas, derrotadas por la sequedad de los años. Sin frutos en
sus entrañas, tan sólo contemplan los vuelos de las aves migratorias sin
ilusión ni esperanzas.
Seca y muerta está la tierra que me entorna. 
Casi estoy muerto de tanta ausencia de brisa y de vida... y eso que
no dejo de ver el color celeste de la mar que bailotea al son de las olas y sus
plácidas caricias al llegar a la orilla de la mar.
Partirán mis restos a mejor vida, pero las cenizas que heredé de
los siglos se quedarán aquí esparcidas, rimando en la poesía de los olvidos y
de los olvidados. 
Nadie querrá escribir en mi epitafio una letra mayúscula. 
Dirán que no fui más que un árbol sin carisma y sin frutos,
haciéndoles sombras a mis ramas. 
Dirán que nunca fui rima para los versos de esta tierra morisca
donde creció mi retina y se vio violada mi más honorable rama.
Me dejarán vivir en paz.
El Monte Dersa acoge a la Medina andalusí de Tetuán en su regazo y
la montaña del Gorgues la protege de los fríos del este… siempre en frente de
una sierra que desde el sur del Ándalus, se asoma para ver llorar y consolar a
su hermana menor que sufre las distancias como cautiva de eras lejanas.
Al alma de Abdelaziz Mousmadi
Artesano del zéjel… del alma.
Amigo, dime cómo es el paraíso de los
poetas muertos, háblame de sus arrayanes y de sus verdes mirtos. Dime como es
el silencio entre las paredes del cedro y sus tientos.
Háblame, amigo, de tu ultimo y postrero
viaje, cuéntame cómo, tus angelicales versos, se engranaron en tu equipaje.
Dime, amigo, si estás mejor tras la larga
travesía, si has encontrado en el más allá, en 
tu sacro encuentro, la paz que el alma ansía.
Desahógate con la forja de mi sombra,
versificando con yunques de azahares, y cuéntame cómo brillan tus nuevos
andares.
Descríbeme, amigo del alma, cómo son los
sueños en tus nuevos lares, y de qué color son sus sedas y sus negroides
telares. 
Háblame, aunque fuera en el letargo
otoñal, de los suspiros, de los sentimientos y de los hondos respiros que en el
cielo alumbran tus paradisíacos caminos. 
Háblame de los cipreses y de su musgo en
los albores de tu amada Granada, y de la bruma invernal de la que ya no queda
nada.
Compañero de mis años postreros, dime qué
se siente dentro de la soledad de la mortaja, y si es cierto que da paz y
sosiego, como el brillo a  una alhaja.
Amigo, háblame de la quiebra de las
estrofas mundanas y de la rosa de los vientos que de la poesía emanas.
Háblame del Cielo y procura escuchar la
campana de los sacerdotes repicar, cada amanecer y antes de su  atardecer.
Y escucha 
el llanto que tu Tetuán vierte y derrama por perder la miel de su mejor
rama.
Escucha el suspiro que clama, el vacío
que dejaste en la garganta de la gente que te ama.
Escucha el dolor que suspira del Barrio
Málaga hasta la silla amputada en el Zahra.
Siente, amigo, el dolor que exornan los
lacrimales de quienes compartieron contigo el todo y la nada.
Mira cómo te llevamos a hombros, como el
trono elegante de tu majestuosa mirada.
Y sea que te resulte claro o no, sin ti,
nos faltan tu risa y tu gracia, tu sensualidad y tu elegante gracia. 
La oquedad de tu ausencia se ensancha
sobre la inmensidad del yugo desterrado a la isla de la mediocridad y del
olvido.
Tus zéjeles, de negra túnica se visten,
se niegan a rimar si no es con los latidos de tus dedos. 
También ellos, perdieron mucho, de su
alma, si no las entonan los labios de tu boca.
En tu entierro estuvimos todos tus
amigos…pero faltabas tú. Descansabas en Paz… y no nos decías nada.
Y mientras abrazabas la granate arena de la tierra, sentí que el verso se quiebra, entre el
Gorgues y el Dersa. 
Se nublan las lúcidas ideas, se
esfuma la rima. 
Se nos fue un poeta, se nos secó su
fuente. 
Descanse en la Paz del Omnipotente,
en la gloria del Creador, el alma del insigne poeta de alturas que tan solo
sabía ser humilde. 
Dios te bendiga en su Eternidad.
Temprano se nos fue a mundos lejanos cuyos caminos no se ven desde
mi ventana.
Se nos fue, sólo en su caminar, sin volver sus pupilas hacia atrás.
No regresará. No volverán los oídos de mi hijo a escuchar su voz
diciéndole "Ahlan be chab addarif".
Ni yo volveré a escuchar su voz 
hablar de la unión de los orígenes con las raíces. 
Descansa en Paz, amigo. 
Tus versos velarán tu última morada y los arrayanes te cantarán una
nana. 
Ahmed Mgara. Versos Marruecos.

 
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