Los amarillos legajos
flotaban en la lluvia,
junto a los recibos
bancarios, nóminas y expedientes.
Los nobles tejados iban,
poco a poco, cediendo
y se iban desmoronando los
vetustos mármoles
Unos figurines vestidos de
Armani salían
portando maletines con
activos pecuniarios.
Las sociedades anónimas habían mutado en
responsabilidad limitada
mercantil
y en la práctica, limitada
significa nula,
pues las familias tenían
que esperar veintidós meses
para cobrar las ínfimas
migajas del FOGASA.
Así, una tras otra, las
empresas se iban cerrando,
deslocalizando,
reconvirtiendo, esfumando...
Sutil ingeniería fiscal
para empezar de nuevo
sin importar el rastro de
cadáveres corruptos.
Y es que mirar atrás es
hábito poco elegante,
flaqueza y defecto impropio
del hombre de negocios,
un perfil regio nunca deja
la mirada oblicua,
enfrenta los problemas
encarando el porvenir.
No cuentan las derrotas,
qué importan los caídos,
el mundo del mañana nos
exige una oblación.
Hasta donde alcanza la
vista es tierra quemada,
y allende el horizonte todo
ha sido devastado.
Alberto Pérez Domínguez. Heredaré el reino de Gengis
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