propietarios, gobernantes y policías dejaron que el pueblo se desahogara... Era preferible un poco de caos y de anarquía que justificara una represión ejemplarizante que llegar a acuerdos duraderos con los muertos de hambre, porque dialogar con la chusma era como renunciar a las prerrogativas inherentes a la sangre, a tener siempre la razón, como legitimar un modelo de relaciones sociales de previsibles e indeseables consecuencias... Naturalmente, la prensa, incluido mi periódico, hizo lo posible por desviar la atención de los problemas sociales con editoriales y artículos populistas... Los voceros a sueldo... habían hablado; los obreros, sin más objetivo en la vida que comer y dar de comer a sus hijos cada día, almorzaron sin rechistar la alharaca de tópicos... No pasó absolutamente nada...
Carlos Arenas Posadas. Las sierpes. Editorial Atrapasueños, 2012.
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