seis cara cuadradas
y, en su interior, un inventario
de cosas necesarias
y otras tantas inútiles.
Si agito el cubilete que tengo en la mesa,
parece como si la habitación
se moviera, bruscamente, al compás
del repentino meneo surgido.
Lanzo el dado sobre el tapete
y siento una ligera turbación en la cabeza.
Avanzo la aspirina, dos casillas.
De: Versos encantados de Haberse conocido
Joaquín Gómez.
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