documentos de pensamiento radical

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sábado, 28 de diciembre de 2013

TRES POEMAS DE "LAS VIDAS DE LAS IMÁGENES" de J.JORGE SÁNCHEZ






 LA SALIDA DE LA FÁBRICA

Cuentan que el 19 de marzo de  1895
los individuos fueron, por vez primera,
retratados en su vida real:
objetos de imagen
que ya no yacían inertes sobre un óleo,
un espejo o la pared de una caverna.

Cuando en la noche del 28 de diciembre
de ese mismo año, en el Salon Indien du Grand Café,
se proyectó la filmación
el público saludó, entusiasmado,
la puesta de largo de las imágenes
al servicio del hombre.

Lo que nadie pareció advertir
fue que, al tiempo que los obreros
salían de la fábrica
bajo la dirección del operador de cámara
(que disponía la frecuencia de su paso bajo el portón),
las imágenes también comenzaban
a salir de su reclusión.
Tuteladas, cierto, por quienes extendían
el certificado de su libertad vigilada,
pero ya diestras no solo en el arte del movimiento,
sino también en el más misterioso y sutil de la réplica.
Listas para la copia y el desplazamiento planetario.
Para dejar el doloroso parto
y beneficiarse de la rapidez de la cesárea.
Para crecer y multiplicarse.
Quienes salían no eran, únicamente, los obreros...




LUNA NUEVA


Los mensajeros de los amos del mundo,
mercaderes y banqueros,
dejan la redacción.

Han cumplido su cometido: distribuir el suficiente
estrés,
la carga de tensión necesaria
para que esos transformadores que somos,
en cada caso, nosotros mismos,
aceleremos la producción de ser.

Lo de menos es si Williams está cuerdo
o no. Si no lo estuviera, dirían que sí
porque el auténtico mensaje es el código mismo.
Su organización afilada, tirante,
destinada a provocar las descargas nerviosas
que precisa el mantenimiento del delirio general.

Sin esas estaciones intermedias
que condensan, amplifican y reparten
los estímulos iniciales
no habría carga por inducción,
sino solo por contacto.
Y como los generadores del zoco
están demasiado lejos de la fábrica que, en cada caso,
somos nosotros mismos y nuestros otros,
no se propagaría la suficiente tensión
para recargar las pilas exhaustas
de los esclavos en esta economía de guerra total:
las pilas consumidas de los ilusionados y los alucinados.

Por ello son tan necesarios
esos mediadores que abandonan la oficina
tras lanzar a la papelera los borradores
y que nunca se cansan de repetir
«¡no matéis al mensajero!».




EL TERCER HOMBRE



Todos somos agentes al servicio de una potencia
extranjera,
traidores en trance de ser descubiertos y perseguidos
por las alcantarillas de Viena,
durmientes enviados a territorio enemigo con el
objetivo
de recabar la máxima información posible.

Espías de lo inerte que recogen datos
a la espera de volver al otro lado del telón de acero.
Agentes de Dios coleccionando retazos para
entregarlos al ser que aún no sabe que es.
Confidentes de la naturaleza que transmiten
—en código cifrado—
informes que esta analiza sin descanso,
nerviosamente, buscando su autoconservación.
Observadores leales a la inconsciencia originaria
recabando representaciones para el mapa del deseo
interminable.

En la danza de estos servicios secretos
a los cuales pertenecemos
no somos leales, tampoco, a la potencia
que nos reclutó.

Siempre nos convertimos en agentes dobles.

Informadores de la vida que escudriñan
las debilidades de lo inorgánico en los checkpoints.
Saboteadores financiados por la nada
conspirando para evitar que el ser llegue a ser.
Delatores que revelan al decrépito frío cósmico
las escondidas estrategias de las que se sirve la
joven vida.
Infiltrados de la conciencia urdiendo
planes para ofrecer indemnizaciones compensatorias
a través de procesos secundarios.

Es entonces cuando, como sabía Mischa Wolf,
«algunos traidores conservan, o al menos se lo
imaginan,
la ilusión de que sirven a dos amos».

¿Mitigarían la dureza de la perfidia
si recordaran que todos somos traidores
y que en esta traición reside la única libertad
posible?



J. Jorge Sánchez. Las vidas de las imágenes. Ed. Luces de Gálibo, 2013



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