Suplicarás clemencia
Dedicado
a Víctor Martín Iglesias
Tú
has sido feliz comiendo pescado crudo
mientras
el Estado Islámico proseguía
el
rodaje de su reality genocida
financiado
por
oscuros intereses occidentales.
Y
has trabajado de esquirol en gasolineras,
celebrando
los precios sorprendentemente bajos,
antes
de volver a montar en tu coche pensando
que,
al fin y al cabo, la gasolina no huele
demasiado
peor a como lo hace el dinero.
(El
embriagador efluvio del capitalismo
que
llena todo de aroma a papel oxidado).
Tú
has mirado másteres en universidades
privadas
sabiendo que eran una estafa
solo
porque ese timo quizás te saldría a cuenta.
Y,
si al final no te matriculaste, no fue por principios
sino
por problemas de horarios, tiempo o ganas.
Y
defendías a la educación pública en Facebook,
bares
y camisetas que tenían que morderse
el
labio para no dejarte en evidencia.
Tú
has seguido los desahucios en tu ciudad
por
Twitter retuiteando a los que pedían ayuda
y,
cuando te has cansado, has puesto música
o
la tele, te has servido una copa o le has contado
a
tu novia lo asqueroso que es este mundo
antes
de cambiar de tema y encargar una pizza
a
una multinacional que explota a sus empleados
Y
te relamías, hijo de puta,
y
te ayudabas con vino para pasar la bola
que
se formaba en tu conciencia y tu garganta.
Y,
cuando te aburrían las noticias,
buscabas
una serie o una peli o porno
y
decías que descanses, amor, hasta mañana,
voy
a quedarme a ver si escribo algo.
Tú
has estirado tus noches metiéndote
tiros
de una cocaína lamentable
que
muy posiblemente servía para financiar
algún
grupo terrorista nacional o extranjero.
Y
te has comprado libros de ideología
comunista
a precios de risa
debido
al monopolio de Amazon.
Y
los has leído asintiendo con vehemencia,
pensando
que el mundo sería un lugar menos malo
si
hubiera más personas como tú.
Tú,
que has cerrado el puño de tus manos
manchadas
de sangre, has recurrido
a
somníferos sin receta que censuraran
esa
mínima oposición que, sin éxito,
intentaba
organizarse en tu cabeza.
Tú
has intentado escribir este poema
para
salvarte y solo te ha servido
para
firmar tu sentencia.
Ya
es demasiado tarde para salir corriendo.
Han
llegado los bárbaros.
Suplicarás
clemencia.
***
Un palco sobre la nada
Yo
me imagino a Dios
como
una especie de Enrique Cerezo:
a
estas alturas más vago que corrupto,
amante
de la buena vida, algo putero
y
sin ninguna intención de preocuparse
de
nada que no sea él mismo.
Víctor Peña Dacosta. Del poemario inédito Menchevique
Y en uno de esos largos y despreocupados bostezos,
ResponderEliminarirrumpirá en tu ajada boca, colmándola,
un tropel de furiosas moscas sordas.